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Cerraduras, convivencia y la hipocresía europea

15 de Julio del 2025 - José Viñas García (OVIEDO)

Cuando hay violencia extrema, como la agresión salvaje a un anciano en Torre Pacheco a manos de tres jóvenes marroquíes, lo mínimo que espera cualquier ciudadano es una respuesta firme del Estado. Pero lo que vemos, una vez más, es un Gobierno más preocupado por culpar a la oposición que por garantizar nuestra seguridad.

La ministra de Educación y portavoz del Ejecutivo, Pilar Alegría, ha salido rápidamente a atacar a Vox por "chapotear en el odio" y a acusar al PP de "silencio cómplice". ¿Y sobre el anciano agredido? ¿Sobre la creciente inseguridad que muchos sentimos en nuestras calles? Nada. Silencio. Desprecio.

Aquí no se trata de ideologías ni de banderas. Se trata de algo tan básico como el derecho a vivir seguros. Si no hay seguridad, el Estado de bienestar se desmorona. No puede haber libertades ni igualdad reales en un país donde la ley se aplique de forma tibia y selectiva, donde se permite que la violencia crezca por miedo a ser políticamente incorrectos.

Nos dicen que hay que ser tolerantes, pero ¿con quien no respeta nuestras normas? ¿Con quien desprecia nuestras leyes, nuestras costumbres y nuestros derechos? ¿Por qué debemos permitir que se formen guetos donde la ley española no se aplica, donde la convivencia salta por los aires y donde los ciudadanos viven atemorizados?

Lo diré con claridad: quien no respete las normas de este país debe marcharse. Y quien entre ilegalmente, sin contrato, sin intención de integrarse ni aportar, debe ser expulsado sin medias tintas. No estamos hablando de razas ni religiones, sino de responsabilidad, respeto y sentido común.

Y sí, hay una gran hipocresía que nadie quiere nombrar: ¿por qué estos inmigrantes no van a países como Catar, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudita, que son ricos, potentes, y comparten su cultura y religión? Porque allí no se tolera ni un solo paso en falso. Porque esos países controlan sus fronteras, exigen visados y no regalan subsidios a quien llega sin aportar nada. Europa, por el contrario, ha caído en el buenismo infantil, confundiendo solidaridad con debilidad, y ahora sufre las consecuencias.

No se trata de cerrar las puertas a quien quiera trabajar, integrarse y respetar. Se trata de cerrar el paso al abuso, la ilegalidad y la violencia. Así como todos tenemos cerradura en nuestra casa, un país debe tener fronteras que funcionen. Y un sistema que premie al que cumple, no al que delinque.

La convivencia no se construye a base de buenismos, ni de discursos vacíos. Se construye poniendo límites, exigiendo respeto y defendiendo nuestros valores. Si no reaccionamos, si seguimos anestesiados por el miedo a quedar mal, lo que peligra no es solo un barrio o un anciano. Lo que está en juego es la Europa que creímos proteger: libre, justa y segura.

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