Cuántos son tres
«Más personas, físicas o jurídicas, además de los señores Ábalos, García y Cerdán, pudieron haberse lucrado con las tan mencionadas adjudicaciones». Con esas palabras, el juez del Tribunal Supremo Leopoldo Puente, que envió a prisión a Santos Cerdán, se aparta del relato oficial que circunscribe la corrupción a ese triunvirato o trinidad no santa. Los "tres listos y cuatro mordidas" de Rufián, que se atiene al relato con la fe del carbonero. "Tres listos no son suficientes para derribar a un Gobierno". Derribar al Gobierno sería matar a la gallina de los huevos de oro. Cosa que no hará un catalán aunque sea charnego.
El relato sostiene que el trío calaveras de Cerdán, Ábalos y Koldo habría delinquido con exquisito cuidado de no implicar al aparato del partido ni contaminar la acción del Gobierno. Para asumir tan inocente fábula basta olvidar que el cataclismo que convirtió al Gobierno y al partido en una tierra que tiembla no empezó con el informe de la UCO: empezó con Víctor de Aldama cantando el "Va pensiero" al salir de Soto del Real, el monstruoso fraude de las mascarillas, la millonaria estafa de los hidrocarburos. El redoble del tantán con "Peor es lo de Ayuso" también favorece la amnesia.
Koldo, Cerdán y Ábalos, delincuentes comunes, habrían desarrollado prácticas de delincuencia común: alunizar joyerías, arramblar con lo recaudado al cierre de los supermercados, desvalijar bancos vía butrón, robar el bolso a las señoras por el método del tirón. Hasta habrían robado cable en las vías del AVE para fastidiar a Puente. Todo en sus ratos libres, después de cumplir escrupulosamente con sus horarios de trabajo en el partido y en el Ministerio. Tal vez les puedan pillar por no haber respetado el contrato de "dedicación exclusiva"; por ahí les pueden abrir un expediente.
Tiene mérito ser progre en los tiempos que corren. Tanto misterio con tan pocos milagros. Es más arduo tragar el relato que creer en la cigüeña o en los Reyes Magos. Que solo eran tres. No como los mosqueteros, que, en realidad, eran cuatro, como los músicos del cuento de los Grimm. Los del cuento de Sánchez terminarán siendo un montón.
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