Pascua de San Pedro ortodoxa, 12 de julio por el calendario de César
Celebramos San Pedro y San Pablo once días después. Resplandecieron las dalmáticas y el Espíritu Santo estaba arriba en el sabaoth, en cuyas proporciones reverberaba, milagro de la ortofonía, la voz del diácono.
El patriarca, hecha la genuflexión, salió a bendecir por la puerta de los dones y alguno de los fieles presentes carismáticos pudo divisar las barbas del Altísimo.
Dios Padre se pasea encaramado en lo más alto de la bóveda de luneto. Una golondrina cruzó rauda los ánditos y por el portal de atrás se escapó. Bendito seas, Señor, que te manifiestas a los humildes y desdeñas al poderoso y triunfador. Porque el diablo seguía jugando a las cartas en Kiev y en Washingtón. Ton. Ton.
De allí llegaban gritos y amenazas que conminaban a los pobres españoles que no entendían nada a pagar las guerras del amo gringo norteamericano.
El Zanahorio del bisoñé triunfal era muy cínico y muy suyo. Os lo vamos a hacerlo comer con patatas, y hubo revueltas por las riberas del río Tajo. Que te lo crees tú. Pero un holandés risitas y con cara de yesman adulador le sostenía al déspota el sillico mientras meaba: Donald, tú andas mal de la próstata.
El otatonto, el que cambiaba el agua al canario, llámase Rute y es un maldito holandés enemigo de España criado a los pechos de la gran sinagoga de Ámsterdam.
Pese a los nubarrones de la política internacional, por estos tesos, sin novedad en el frente.
El personal hacía las maletas para irse de vacaciones. La luz del sol brillaba más que otros años y los expertos, erre que erre, seguían especulando sobre los riesgos del cambio climático que traerá a la Tierra un deshielo general cuando se derritan los polos. Pero los campos estaban hermosos. Decían los campesinos: "Este año de avena, cebada y trigo habrá un cosechón".
En Torre Pacheco se lio la de dios es cristo entre moros y cristianos. Los judíos, no los moros, son los incitadores, están detrás (a mí me parece) de estos disturbios y del cambio climático.
Desde la guerra de los Seis Días no hacen otra cosa que conspirar. La madre del cordero de las inmigraciones masivas y del terror del milenario estaba en el sanedrín de Washington.
Aunque nos acusen de conspiranoicos diremos que esa gentuza vive de hacer la guerra, de arruinar países y de poner hermano contra hermano como en Palestina y en Ucrania, puesto que son duchos en tirar la piedra y esconder la mano.
Por lo que a mí respecta, yo ya no yago en mi mazmorra. Vino el gran Eleuterio el día de Pentecostés y quebrantó las cadenas que me amarraban al foso de los leones. Escapé aprovechando el momento en el cual el Carcelero de la Venganza salió fuera de la cárcel a echar un cigarro.
Por eso me encuentro a la sombra, pero de un lugar más benigno e idílico que aquel presidio al cual fui conducido tras una denuncia falsa. Es la sombra del Monte Pinariego, no la sombra del Hacho.
Percibo desde mi celda monacal el arrullo de las olas al romper contra los arrecifes, y si me asomo al ventanuco veré a bañistas o a corredores calistenia que hacen futin, la vida es un maratón, sobre la arena blanca del estero.
Las cornejas siguen empollando -un runrún que no para en todo el día- sus huevos sobre la quima del viejo carvallo del jardín central. Ya va para dos años que me operaron de cáncer de próstata y a mis ochenta y un años estoy hecho un chaval y con ganas de dar guerra, aunque me cuesta mucho trabajo escribir una novela en la cual el protagonista y deuteragonista soy yo, porque en la vida me ha gustado siempre ser Juan Palomo. Yo me lo guiso yo me lo como.
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