Acoso y derribo a los dueños de perros en el Natahoyo
Jueves 17 de julio de 2025. Es la una y media de la tarde. Hace mucho calor. Bajo a mis dos perrinas al parque de la Atalía, en Gijón, en el barrio del Natahoyo. Iba a ser un día tranquilo hasta que una señora con su nieto pagó su furia e instinto de protección a su pequeño.
El nieto estaba jugando tranquilamente al fútbol. La señora, que trabaja en Hacienda, entró en alerta. Me echó una charla de que las perras hacían caca en el césped. Yo le contesté que recogía los excrementos de mis perros.
La conversación se fue encendiendo. Empezó a grabarme porque estábamos hablando los dos y dijo que iba a llamar a la Policía. Se inventó que había un cartel a la entrada del parque donde no pueden entrar los perros, cuando no es así.
Entiendo que quiera proteger a su nieto, pero yo recojo los excrementos. Y si mis perras hacen pis en el prado, ¿cómo lo recojo? Los niños que hacen pis y sus necesidades en el parque, ¿también vamos a llamar a la policía? ¿Los que hacen botellón, también? ¿Todos los que cruzan un semáforo en rojo? ¿Los que dejan tirado el coche en cualquier lado?
Es un parque público. Las perras iban atadas. Es un sitio público. No somos ciudadanos de segunda. Yo cumplo las normas; si los demás dueños de perros no recogen sus excrementos, no es mi problema.
Este acoso y derribo continuado cansa. Después, llamé a la Policía Local de Gijón para consultarle lo que me había pasado. Las perras pueden ir por el parque siempre y cuando vayan atadas y se recojan los excrementos, cosa que ya sabía.
¿Es tan difícil convivir? Repito, entiendo su protección hacia su nieto, pero es un lugar público y no hace falta que me grabe, ni descargue su discurso de odio hacia alguien que sí recoge.
Es mi deber como periodista y escritor informar de lo que pasa. Esto, en vez de una democracia, parece más un gueto entre los que tienen hijos, los que tenemos perros, los que tienen hijos y perros y los que no tienen ni hijos, ni perros.
Convivir en armonía, ¿es posible? Si esto fuera una guitarra, las cuerdas ya se habrían roto hace tiempo. Llevan en tensión años y vamos a peor.
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