Algunos también sufren viogen, querida Ana
Querida Ana Bernal-Triviño:
He leído su artículo de opinión sobre si los hombres también necesitan una señal de aviso en caso de sufrir violencia. Su postura es claramente feminista, con gran parte de razón, pero a todas luces incompleta y tendenciosa. Porque yo conozco el otro lado y puedo hablar de él. Y los periodistas deberían hablar de los temas sin posicionamientos, con datos y hechos para que el lector a partir de esos datos saque conclusiones. En este caso es un artículo de opinión, así que me gustaría al menos ofrecerle la mía, para que pueda valorar si su opinión está correctamente fundamentada o si solo busca ganar lectores a cualquier precio con artículos de gancho fácil.
Le sorprendería saber que hay casos, muchísimos casos, de violencia de género por parte de mujeres a hombres que no se etiquetan como tal. Si lo denuncia el hombre es violencia familiar o doméstica en ese caso. Y en la mayor parte de ellos ni llega a ser reconocida. Directamente en la Policía te convencen de que no vayas por esa vía... porque a duras penas prosperan. Hay mujeres y exmujeres, como usted y como yo, que literalmente maltratan con una crueldad indescriptible a sus maridos o exmaridos, los arruinan, los denuncian sin pruebas, sin indicios, sin causas... por despecho, por celos, por destrucción, y porque la ley les ampara sin pedir explicaciones de entrada. Aquí el hombre es culpable mientras no se demuestre lo contrario. Nuestros impuestos sufragan los costes de sus letrados, les da paguinas, beneficios de acceso a puestos públicos, becas y ayudas. Les protege sin cuestionar en primera instancia. Y les dedica tiempo. Y no tienen ningún remordimiento en saturar el tan necesario juzgado de violencia de género con casos que no son más que cuestiones civiles o familiares, o ni siquiera eso, no son nada, solo con el objetivo de acabar con el otro, así, diciéndolo sin tapujos, a cualquier precio.
Mientras, las listas de espera para las que de verdad sufren viogen siguen creciendo. Y se demoran sus casos y algunas se quedan por el camino, y salen en las noticias porque han sido asesinadas, maltratadas, acuchilladas, quemadas vivas. Al juez no le dio tiempo de procesar si caso...
Lo peor es que una vez se demuestra que no hay causas fundamentadas que demuestren la violencia física ni psicológica falsamente denunciada, una vez se exculpa al hombre inocente, la justicia no exige una restitución del honor, una disculpa pública o una multa por falsos testimonios de la "víctima" que ayude a sufragar los gastos públicos y los personales del presunto agresor exculpado o a indemnizar los gastos de los recursos dedicados en la justicia a un capricho de destrucción.
Y así, sabiendo esto, podría seguir informándose, doña Ana, de que hay padres repudiados, arruinados, destrozados psicológicamente, víctimas reales de violencia vicaria, viviendo con lo poco que les queda después de pagar una pensión vitalicia a algunas que no quieren trabajar, algunas que solo buscan que se lo den todo dado. Verá a hombres durmiendo en coches, sin hogar, malviviendo por haberse enamorado de quien no debían o por haber hecho lo que creían correcto, por luchar por ver a sus hijos con el poco dinero que a veces les queda después de pagar abogados y procesos judiciales, por defenderse de denuncias infundadas. Todo por ser hombre. Y es que en España nos encanta el café para todos. Porque hecha la ley, hecha la trampa. Y esta ley de viogen está llena de trampas: excelente ley para casos reales y una atrocidad de ley con mil recovecos para que las mentirosas vivan de nuestros impuestos destrozando vidas y robando recursos y tiempo a todas las mujeres que de verdad necesitan ayuda. Igual más de un hombre necesita también una señal y una ley y un sistema judicial que le trate en igualdad. Aunque en el fondo, lo que todos y todas deberíamos aspirar es a vivir en una sociedad donde no hagan falta señales, donde exista el respeto total y absoluto, donde la violencia sea una palabra mas del diccionario que nadie tenga que consultar, una sociedad en la que se haga justicia y donde todas las relaciones partan de la más profunda humanidad. Querida Ana, cuando quiera, le invito a un café y le cuento más. Luego opine lo que quiera.
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