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Sobre el acoso laboral

21 de Julio del 2025 - Covadonga, González-Busto Múgica (Oviedo)

Señor director:

Quisiera compartir con usted y los lectores del diario que usted dirige la dolorosa experiencia laboral y personal que estoy padeciendo desde hace aproximadamente dos años. No me es ajena del todo esta vivencia, dado que hace ya un tiempo una de las dos personas involucradas en la situación que paso a describirle intentó anticipar, con escaso éxito (gracias a la labor de nuestro superior jerárquico) la injusta situación en la que me hallo inmersa en estos momentos.

Soy una trabajadora del sector público que siempre ha procurado, como todos los trabajadores, desempeñar mi tarea de la mejor manera posible, sin interponerme jamás en el camino y en el desempeño de las labores de mis compañeros; esta máxima de desarrollo de la labor profesional que parece tan evidente no lo es tanto a tenor de las injerencias, impedimentos y, en definitiva, las acciones emprendidas por dos personas de mi ámbito laboral, que se han aplicado con saña en la misión de impedir que desempeñe mi profesión con la libertad, pasión y vocación, con lo que lo he hecho todos los años de mi vida.

Mucho me ha costado utilizar las palabras de acoso laboral; no lo entendía; no entendía cómo siguiendo mi sendero profesional, sin entrometerme en la senda de los demás, pudiera alguien tener interés ni motivos para destrozar mi carrera y mi vida. A lo largo de todos estos meses, he procurado adquirir, como en una buena ocasión dijo una gran compañera, "un perfil bajo", pasar desapercibida, cambiar mi personalidad alegre y agradecida por otra más taciturna e invisible. Todo con el afán de que el acoso terminara.

Y este cuento por el momento no tiene final feliz: desapareció uno de los personajes protagonistas, pero el otro recrudeció con virulencia, quizás al verse solo, la persecución sin desaliento.

Y termino la anterior frase con " sin desaliento " porque ninguna responsabilidad se exigió a estas dos personas supuestamente agresoras y por tanto, pudieron perseguir su objetivo sin obstáculo alguno.

No esperé mucho para denunciar la situación que estaba viviendo y el perjuicio en mi vida laboral y personal que se estaba produciendo. Seguí escrupulosamente todos los cauces a mi alcance, denunciando la situación a través de los protocolos correspondientes de solicitud de ayuda a relaciones laborales y salud laboral. Ninguno de ellos tuvo la intención de preocuparse por el conflicto que se estaba desarrollando en mi lugar de trabajo y que estaba desencadenando un grave deterioro en mi salud. Creo que han sido tres o cuatro solicitudes de intervención a estas dos instancias, la primera de las cuales fue resuelta con extrema facilidad por una psicóloga del Principado que entrevistó a las dos supuestas agresoras y de la que yo no tuve noticias, elaborando, por tanto, un dictamen que negaba la existencia de un conflicto sin haberme dado audiencia. En otra de las ocasiones, no recibí siquiera respuesta.

Recurrí también a la Dirección General pertinente de la Consejería a la que estoy adscrita. Las respuestas, vagas e imprecisas, no aportaron ninguna solución.

Contrariamente a esta actitud de olvido, despreocupación y desprecio por omisión de auxilio a una subordinada suya, a la que entiendo que deben sancionar cuando no cumplen su labor, pero también proteger cuando su derecho al trabajo es lesionado, he contado con el trabajo infatigable, intachable y diligente de la señora inspectora, de mi médica de cabecera de la Seguridad Social, el personal sanitario del HUCA y del centro de salud especializado al que he sido derivada para mi curación.

Aún me falta apuntar un dato relevante que convierte todo lo acontecido en un suceso aún más incomprensible: en el puesto en el que desempeño mi profesión, trabajo con destino definitivo desde hace 14 años. Pues bien, la persona que presuntamente agrede mi derecho a trabajar en estos momentos, se encuentra desde hace cuatro años disfrutando de una comisión de servicios en mi mismo lugar de trabajo, cuando su puesto está en otra localidad.

Cobra entonces mayor relevancia la inacción o en este caso pro-acción de la Consejería (otorgándole un año más servicios en mi centro de trabajo), que omite la demanda de ayuda de una de sus trabajadoras, cuando la solución desde hace dos años hubiera sido extremadamente sencilla, adjudicándole otro destino para proteger los derechos y la salud de la trabajadora afectada.

¿Qué va a pasar ahora? La supuesta agresora trabajará en comisión de servicios en mi lugar de destino, mientras que yo tendré que irme a trabajar en comisión de servicios a otro lugar de trabajo.

Aprovecho la ocasión que me brinda, señor director, para enviar un mensaje de aliento a todas las personas que han sufrido o sufren acoso en sus puestos de trabajo y que, o bien no han podido denunciarlo, o si lo han hecho y se encuentran en el doloroso proceso de tener que demostrarlo.

Con todo mi agradecimiento.

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