El regreso del Club de la Zeja
Vuelven los de la ceja. Aquellos que, en tiempos de Zapatero, se erigieron como referentes culturales y morales del progresismo reaparecen hoy para rubricar un nuevo manifiesto en apoyo a Pedro Sánchez. Y lo hacen en uno de los momentos más oscuros y cuestionables de la política democrática reciente.
No es solo el pasado lo que pesa -los casos de presunta corrupción sin sentencia judicial firme no borran la sospecha-, sino el presente. Un pacto de poder con partidos que desafiaron el orden constitucional de 2017, una amnistía redactada por los propios beneficiados de ella, indultos políticos contra la palabra dada en campaña, una erosión progresiva de los contrapesos institucionales... ¿Y, aun así, estos mismos rostros conocidos se atreven a presentar esto como un acto de progreso, justicia y democracia?
A mí, personalmente, se me caen mitos. Intelectuales, artistas, creadores -personas a quienes admiré- se alinean con un poder que ha hecho de la instrumentalización del Estado su herramienta para sostenerse. ¿Dónde queda la libertad? ¿Dónde el respeto al ciudadano y su capacidad de decisión? ¿Dónde la pluralidad de voces?
En democracia, toda opinión es legítima. Pero cuando se pretende revestir de autoridad moral una posición que justifica atajos, engaños y cesiones ante quienes quebraron las reglas comunes, se está participando de un juego peligroso: el blanqueamiento de la ruptura institucional. Porque la democracia no es solo votar, es también respetar la ley, la separación de poderes y no mentir al electorado.
Llamar a esto "progresismo" es un insulto a la verdadera izquierda democrática, que sí cree en la igualdad ante la ley y en la transparencia del poder. Lo que defienden muchos de estos firmantes no es democracia, sino un poder personalizado, arbitrario y desconectado de la rendición de cuentas.
España no necesita más manifiestos elitistas, necesita más verdad, más coherencia y más respeto por los principios democráticos. El problema no es que los artistas hablen, el problema es cuando lo hacen para apuntalar al poder sin cuestionarlo, por interés o por ideología. Eso no es cultura, eso es militancia.
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