"Compañera, dame tira": cuando el activismo se mete donde no le llaman
La Asociación Feminista de Asturias ha convocado una manifestación en Gijón bajo el lema "Compañera, dame tira" en apoyo a la madre de un menor envuelto en un evidente caso de alienación parental. Dicen que lo hacen por el bien del niño, que exigen que se escuche su voz. Pero ¿desde cuándo estas asociaciones respetan la voz de los niños cuando no les conviene?
Lo que debería preocuparnos es el uso descarado de los menores como herramientas emocionales y políticas. En este caso, el niño -Daniel- ha sido expuesto mediáticamente, llevado como pancarta viviente, convertido en moneda de cambio entre dos adultos incapaces de resolver su conflicto sin hacer daño a quien menos culpa tiene. Esto no es protección: es instrumentalización pura y dura.
Los jueces están para algo. Hasta ahora, todas las acusaciones de maltrato contra el padre han acabado en nada. Absoluciones. Pero eso no importa a quienes ya tienen el relato armado: si es hombre y la madre llora, él es culpable. Punto. Esa es la justicia paralela que promueven estos colectivos, donde no importa lo que diga un tribunal, sino lo que griten en una pancarta.
El concepto de alienación parental existe, y este caso es de los más descarados que se han visto. Un niño que cambia su versión según con quién esté, que ha sido arrancado del padre, manipulado emocionalmente y usado como proyectil en una guerra absurda entre adultos. Esto no debería pasar. Pero pasa. Y, si lo hace la madre, no solo se tolera: se justifica, se aplaude y, como en este caso, incluso se indulta.
¿Dónde queda la justicia entonces? Porque recordemos: esta madre fue condenada por secuestrar a sus hijos. Y el Gobierno la indultó. ¿Qué señal se manda con eso? Que, si eres madre y tienes el respaldo de ciertos colectivos, puedes vulnerar resoluciones judiciales y salir de rositas. Esa es la verdadera desigualdad que muchos callan por miedo a que los llamen machistas.
Y, ya que hablamos de lemas, el "Compañera, dame tira" es, en origen, una expresión minera. Un símbolo de apoyo entre hombres que trabajaban en condiciones durísimas, donde entre todos bajaban o subían todo lo necesario para trabajar cada uno en su tajo, se ayudaban entre todos, no trataban de perjudicar a nadie, como en este caso. Cuando era para arriba y con mampostas muy pesadas, no era solo un cantar; y, cuando era para abajo, había que agarrar con mucha fuerza para no herir o matar al compañero de abajo. Usarlo aquí, con esta ligereza, no solo es incoherente: es ofensivo. Porque aquí no están tirando hacia arriba a nadie. Están tratando de hundir a una parte en la desesperación de perder a un hijo. Que yo sepa, el padre jamás prohibió el contacto de los niños con la madre, al revés tampoco debiera ser. ¿Quiénes son ustedes para interferir en la vida personal de los demás y en las resoluciones judiciales? Están utilizando el dolor ajeno para hacer ruido, como siempre, sin querer realmente soluciones.
No me interesa si el culpable es la madre o el padre. Me interesa que los niños no pueden ser partidos por la mitad. Que si los adultos no saben gestionarlo, que al menos respeten a quienes sí están formados para decidir: los jueces.
Y a las asociaciones feministas les digo esto: no destruyan el derecho de todo padre a compartir, educar y amar a sus hijos por pura misandria personal. No sean crueles. No manipulen a los niños ni distorsionen la justicia con su folclore de pancarta.
Si el juez le da la razón a la madre, perfecto. Pero será el juez. No ustedes.
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