Santos abuelos
En la fiesta de San Joaquín y Santa Ana (26 de julio), siendo ellos los abuelos de Jesús, la Iglesia celebra a los patronos de todos los abuelos y personas mayores en general. Y no es que todos los mayores seamos santos precisamente, pero sí, hemos alcanzado una edad que, aunque solo sea por los acontecimientos que hemos vivido, creo que merecemos el respeto de los adultos que nos siguen generacionalmente, la atención de los jóvenes y la ternura de los adolescentes y los niños. En el Hogar Santa Teresa Jornet esto lo vivimos a diario. Poniendo solo el ejemplo del Hogar que las hermanitas tienen en Avilés, donde yo resido, y sin menospreciar a todos los que tiene la orden religiosa fundada por la santa de Lérida, presente en los cinco continentes y, en concreto, en las principales ciudades de España (Avilés, Gijón, Oviedo y Pola de Siero solo en Asturias); añadiendo a los mismos el gran número de residencias que infinidad de órdenes religiosas tienen por todo el mundo; digo, centrándome solo en el Hogar de Santa Teresa Jornet en Avilés, donde yo, desde hace algo más de dos años, comparto mi vida (como residente) con cerca de trescientas personas: hermanitas, especialistas, auxiliares, compañeros y compañeras, la experiencia no puede ser más enriquecedora...
En el Hogar nos respetamos todas las generaciones, desde los nacidos en 1965 y para atrás hasta llegar a los compañeros de 100 años. Y sentimos el respeto y el cariño con que nos tratan las auxiliares, especialistas y hermanitas, incluida la madre Alix, colombiana, que dirige todo este "cotarro" de forma magistral, y siguiendo con todas las hermanitas veteranas: sor María -que ayer cumplió 105 años y sigue ayudando con sus oraciones-, sor Mercedes, sor Nieves, sor Amparo, sor Socorro, sor Antonia, etc. Y continuando con nuestras responsables: sor Yolanda (Palencia), sor Yolinda (Mozambique), sor Eliana (Perú), sor Cinthia (Brasil). Todas de muy distintas edades y procedencias, pero todas muy bien preparadas profesionalmente, y, lo mejor de todo, con una gran vocación de servicio. Podría nombrar aquí, también, a todas las trabajadoras, entre las que están: avilesinas (Bea, Aleja, Ángela, Beli y su hija Marta, Sandra, Yara, Conchi, Merce, Viky, Carlota, Carmen -hay dos-, Belén -hay dos-, Mary, María Jesús, Marisol, Pablo -hay dos-, Tere, Helga, Fernando -hay dos-, Nuria, Yoa, Pilar, Alba, Ana, Susi, y un etcétera que incluye a las que dan vacaciones. Y las hay de muchas partes del mundo: hispanoamericanas (Guille, Andrea, Yu, Diana, Estéfany, Yamy, etc., de Haití (Yoda), Bulgaria (Vili), Rumanía (Oti), Moldavia (Ángela), de Brasil (Paulo, Orsi) y hasta de San Román de Candamo, mi querido pueblo natal (las gemelas Moni y Cris). Es increíble cómo se multiplican estas chicas y chicos (hay menos, pero muy entrañables para mí también). Sin olvidar hacer especial mención a D. Víctor F. Gainza, nuestro compañero sacerdote, que a sus 86 años concelebra misa todos los días en nuestra capilla con D. Adolfo, nuestro capellán, y con otros sacerdotes que aquí celebran misa con frecuencia. En este Hogar todos somos familia que dormimos bajo un mismo techo, y, bajo él, nos reímos, lloramos, jugamos, aprendemos, compartimos y nos ayudamos, como en cualquier otra familia... y echamos de menos a los que nos dejan, y rezamos por ellos, cada cual a su manera...
Podría hablar mucho de nuestra vida aquí. Pero solo diré que tenemos tiempo para todo: jugar y participar en torneos de todo tipo de juegos (desde ajedrez hasta cartas, futbolín...), pintar, ensayar en el coro para cantar en las celebraciones o hacer karaoke, ir al gym, hacer rehabilitación o mantenimiento cognitivo, leemos LA NUEVA ESPAÑA, los creyentes preparamos la misa dominical participando en las lecturas y peticiones, etc., también recibimos a colaboradores voluntarios que actúan (el mismísimo Vicente Díaz) o vienen agrupaciones o colegios e institutos a convivir con nosotros, etc. Pero lo más importante es el apoyo que nos damos unos a otros: los más desmemoriados siempre son orientados por compañeros si se despistan; nos escuchamos, hacemos chanzas entre nosotros, hablamos con los más aislados, nos visitamos en las habitaciones cuando alguno enferma...
En definitiva, sea de parte de las hermanitas, de los especialistas, de las auxiliares, de los compañeros, de sus familiares o de los voluntarios, etc., recibimos, y damos, respeto, empatía, apoyo, cuidados y, sobre todo, afecto. Por eso, en nuestra fiesta grande, que celebramos por todo lo alto durante una semana, quiero decir: ¡Gracias de todo corazón por todo ello a todos los que forman parte del Hogar Santa Teresa Jornet!
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