Hemos superado tiempos peores, y ahora...
No es fácil conectar en nuestro tiempo con jóvenes y no tan jóvenes a través de los recuerdos que podrían ayudarnos. Yo soy aficionado a escribir y trato de llegar a mis nietos novelando esas historias. No se trata tanto de comparar -porque es imposible- sino de abrir ventanas de aire limpio que le den a uno fuerzas para superar lo que nos está pasando, al tiempo que nos enseña caminos un poco más hermosos, posibles todavía en un corazón motivado.
Mi infancia transcurrió entre Barcelona durante el curso y en Zaragoza durante las vacaciones. Ni que decir tiene que Barcelona más que calles exhibía avenidas, sembradas de árboles frondosos, y hermosas farolas de gas que enmarcaban el neoclásico de finales del siglo XIX y principios del XX. En "las Delicias" la Zaragoza donde vivían los abuelos solo había una calle adoquinada, lo demás era tierra. Los días de mucho calor pasaba el empleado del Ayuntamiento con su manguera enrollada al hombro y la chiquillería al verlo cantaba: "La manga riega, aquí no llega, si llegaría me mojaría...". A veces el hombre se dejaba provocar y nos "chipiaba". Casi todo eran parcelas de planta o planta y piso con un patio interior que podía albergar plantas, huertos, corrales para gallinas, conejos... De ese mundo interior, salía uno ya contento para jugar a las chivas con los amigos. Yo era "el catáin", y procuraba no ganar siempre precisamente por eso.
En Barcelona, un día mi madre bajó a disculparse con los vecinos del piso de abajo, porque los maños lo celebrábamos todo con jotas, rondalla y a veces baile... y la vecina le dijo: filla meva, anava a pujar i protestar perquè la làmpada del menjador anava de banda a banda però el meu marit (antes rico aristócrata y después en la cárcel) em va dir: "déjalos, que bastante hemos pasado ya". Después de una guerra entre hermanos, ¿maravilloso, no? Hasta Dios nos ofrece una reconciliación, pero: "así como nosotros perdonamos" (Mateo 6:12). Pues eso, que lo sepan nuestros nietos... por si acaso.
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