La propaganda gubernamental y la realidad que vivimos
Todos los españoles saben -y sienten en su día a día- que su nivel adquisitivo ha disminuido notablemente en los últimos años, especialmente durante el mandato del actual Gobierno de Pedro Sánchez.
A pesar de ello, tenemos que seguir escuchando el repetido mantra oficial: que la economía va "como una moto", que "crecemos más que nadie". Pero la realidad es muy distinta cuando uno mira su nómina o su pensión y la compara con el coste real de la vida. La cesta de la compra no deja de subir: carburantes, electricidad, productos básicos, fruta, carne, pescado, seguros, vivienda, coches, guarderías, gafas, dentistas, farmacia... La lista es interminable.
Sobre el empleo, otro motivo de presunta celebración por parte del Gobierno, cabe decir que sí, se crean puestos de trabajo... pero en su mayoría son empleos temporales, mal pagados y relacionados con los servicios y el turismo. Empleos de propinas y de servidumbre. Todo bajo el modelo de un turismo masivo e invasivo que encarece la vida en las zonas donde se asienta, consume infraestructuras públicas sufragadas por los ciudadanos que ahora tendrán que compartirlo con quien no puso un solo euro para disponer de ello gratuitamente (sanidad, carreteras, calles, aeropuertos, puertos, ambulancias, aparcamientos, hospitales...), y que deteriora la convivencia en barrios, ciudades y pueblos.
Si a esto le sumamos una inmigración descontrolada e irregular, impulsada por un claro efecto llamada, es comprensible que muchos ciudadanos sientan que su bienestar, seguridad y tranquilidad están en entredicho.
El futuro no pinta mejor. Hemos asistido al cierre de industrias y a la decadencia del sector primario -agricultura y ganadería-, que eran fuente de empleo y de valor añadido. En su lugar, se ha apostado por un modelo basado casi exclusivamente en el turismo precario, estacional y dependiente.
Mientras tanto, los sindicatos, supuestamente de clase trabajadora, permanecen en silencio, alineados con el gobierno de turno, sin representar ni defender a los que de verdad sostienen este país.
Si no frenamos esta deriva, España corre el riesgo de acabar como tantos otros países que, por seguir esta misma ruta, se empobrecieron y perdieron su soberanía económica y social.
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