Se quemó la Mezquita de Córdoba
Se quemó la Mezquita de Córdoba, que es algo que duele como si nos pasara a nosotros mismos porque hemos llegado a la conclusión de que el patrimonio artístico es nuestro exoesqueleto, ya que, a diferencia de los animales, nos es dada historicidad, o eso sostenía Ortega.
Lo curioso del caso es que la mayoría de los interpelados por los valores de la galaxia cultural ni comprende las realizaciones humanas cristalizadas tras los siglos y los arreglos, ni ha estado nunca en sus ubicaciones (unas, las de siempre; otras, las actuales). Solo se tiene una experiencia emotiva de estas, que se proyecta con arrebato impúdico contra el inadvertido o el refractario a todo transporte de consensos líricos. No será difícil sacarnos dinero para reparar los desperfectos, que, en no pocos casos, sugieren también un cambio de paradigma civil, como vimos en Notre Dame.
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