80.º aniversario de las Bombas
Los días 6 y 9 de agosto, con sus respectivos alcaldes a la cabeza, han sido celebraciones muy significativas en Hiroshima y Nagasaki, a los 80 años de que los EE UU lanzaran las bombas nucleares en sus ciudades.
Han sido días de honrar a los poquitos sobrevivientes que quedan, las personas llamadas hibakushas, que han dado una larguísima lucha por la abolición y prohibición de las armas atómicas, que ahora, en términos jurídicos, se consideran ilegales, una vez que la ONU ha aprobado el tratado de prohibición, y numerosos países lo han ratificado al calor de la campaña ICAN que recibió el Premio Nobel de la Paz de 2017, y de que el Premio Nobel de la Paz de 2024 recayera en una de esas personas afectadas por las Bombas, Nihon Hidankyo.
En paralelo del 31 de julio al 27 de agosto, ICAN, en colaboración con Artistas Contra la Bomba, transformó el Parque de los Bastiones de Ginebra en la zona cero del cambio.
A través de palabras e imágenes contundentes, esta exposición exige el desarme nuclear universal. Cada una de ellas, creada por un artista diferente, incluye obras históricas y obras recientemente encargadas que detallan la historia cultural de los movimientos de desarme y muestran la diversidad de maneras en que los artistas han expresado la necesidad de prohibir la Bomba.
Las propuestas y demandas del movimiento, ratificadas en estos días de aniversario, son sencillas:
En el 80.º aniversario de Hiroshima y Nagasaki, nos unimos para exigir un mundo mejor: Paz por encima del lucro. Democracia por encima de la destrucción.
Nuestras demandas:
Ratificación universal del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares.
Justicia fiscal global: que los multimillonarios paguen su parte justa.
Salarios dignos y derechos laborales para todos las-os trabajadores.
Recortes masivos a los presupuestos militares, invertir en salud y clima.
Una conversión justa liderada por la ONU hacia industrias sostenibles y pacíficas.
Ampliar la protección social, especialmente para los más vulnerables.
Integrar el desarme en los planes climáticos para una transición justa: Construyamos un futuro basado en la solidaridad, la sostenibilidad y la prosperidad compartida.
El 80.º aniversario ha sido momento para llamar la atención sobre que hoy nos enfrentamos a una amenaza creciente a nuestra seguridad colectiva por la concentración de poder y riqueza en manos de una alianza impía de multimillonarios y fuerzas políticas de extrema derecha. Este golpe multimillonario contra la democracia ya está captando gobiernos y subvirtiendo instituciones multilaterales. Un pequeño grupo de los individuos y corporaciones más ricos ha remodelado con éxito políticas, economías y democracias para servir a sus intereses, socavando el bien común. Esta influencia de élite está impulsando el surgimiento de regímenes autoritarios, robando a la gente del poder colectivo, acelerando la acumulación militar y el cambio climático, y desviando recursos del desarrollo humano y la consolidación de la paz.
Que el costo humano de la escalada de militarismo y la concentración de la riqueza sin control es casi inimaginable. Los conflictos militares desarraigan a millones, con más de 100 millones de personas en todo el mundo desplazadas actualmente debido a conflictos o persecuciones. El costo económico también es asombroso. El Sur Global, en particular, lleva la peor parte.
Que hay que reforzar los movimientos y las acciones por la Paz.
Que además, el militarismo exacerba la degradación del medio ambiente. El legado de los ensayos nucleares, la deforestación causada por operaciones militares y la contaminación causada por el uso de armas pesadas y minas plantean importantes amenazas para el medio ambiente. Cuando se combinan y se comparan con los países, los militares del mundo tienen la cuarta mayor huella de carbono, ya que sólo se encuentran entre China, Estados Unidos e India. Esto aumenta drásticamente en tiempos de conflicto más intenso como estamos viendo hoy.
Que hay que reorientar los gastos militares hacia las necesidades urgentes del desarrollo humano, la acción climática y la salud global, incluyendo la reducción de los presupuestos de defensa hinchados. Un «dividendo de paz» de estas modestas reducciones puede financiar inversiones en educación, salud, energía limpia y alivio de la pobreza. El desarme también ayuda a fomentar la confianza y restablecer las relaciones entre las naciones y los pueblos.
Que también, en el 80.º aniversario de las Naciones Unidas, se presenta un momento para que estos gobiernos reafirmen los principios fundacionales de las Naciones Unidas: paz, seguridad y derechos humanos. Momento para instar a todos los Estados miembros de la ONU a que abracen el multilateralismo; democraticen, reformen y fortalezcan el sistema de las Naciones Unidas; prioricen el desarrollo sostenible por encima del militarismo; y asuman compromisos tangibles con el desarme y la justicia social.
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