Genocidio gazatí
Los que ya peinamos canas, de unos años a esta parte asistimos a una cierta realidad distópica que jamás pensamos que experimentaríamos.
Todo comenzó hace casi diez años, en concreto el 23 de junio de 2016, cuando el brexit del Reino Unido fue aprobado en referéndum. Los euroescépticos, cuya figura más emblemática fue Nigel Farage, un sujeto de tebeo, lograron el apoyo del 51,9% de los votantes, llevando al Reino Unido fuera de la Unión Europea. Con el paso de los años, y tras gabinetes dirigidos por personajes como el histriónico Boris Jonhson, o la "breve" y lamentable Liz Truss, la ciudadanía del Reino Unido ha entrado en una cierta depresión que les hacen nostálgicos de su pertenencia a la UE, más aún si cabe con los aciagos tiempos que corren en la actualidad.
La siguiente estación de la ruta distópica se produce con la llegada a la presidencia de los EE UU de un personaje tan indescriptible como Donald Trump, ganando las elecciones el mismo año del brexit, el 8 de noviembre de 2016.
Con esos dos acontecimientos la impensable distopía se trasladó al centro del tablero político mundial. A partir de ahí asistimos atónitos a un caótico mandato de alguien que hizo de la mentira y la desinformación su principal arma manipuladora para conquistar adeptos dentro y fuera de las fronteras de los EE UU.
Por si todo esto fuera poco, un nuevo ingrediente viene a sumarse al "cocido distópico": la pandemia producida por el virus SARS-CoV-2 que eclosiona en el primer trimestre de 2020, que en los más de tres años que estuvo oficialmente activa se llevó la vida de más de 7 millones de seres humanos. Durante sus tiempos más duros, muchas autoridades de diversos países, incluido el nuestro, ejercieron un autoritarismo no solo ilegal sino, lo que es más importante, bastante innecesario.
Ya a finales de 2020, Donald Trump es desalojado de la presidencia de los EE UU y asistimos a un nuevo acontecimiento distópico: el asalto al Congreso de EE UU por hordas desaforadas que, alentadas por la frustración y la desinformación, trataron, y casi consiguieron, derribar el régimen democrático en la potencia más poderosa del planeta.
Pero, ¿creían que habíamos acabado? Para nada. El cierre en falso de las disputas territoriales entre la Federación Rusa y Ucrania del año 2014 desembocó la operación orquestada por Vladimir Putin para la invasión total de Ucrania, el derrocamiento de su gobierno y la instauración de un gobierno títere, parecido al de su acólito en Bielorrusia. Esa operación devino en un auténtico fiasco, pues las tropas invasoras del todopoderoso ejército soviético fueron rechazadas en su intento de tomar la capital de Ucrania, Kiev, dando comienzo a una guerra de tipo convencional, que poco a poco ha ido convirtiéndose en una guerra tecnológica que hace que se tambaleen todas las estrategias que se enseñan en las academias militares: ¡Bienvenidos al reinado del dron de vigilancia y ataque".
La distopía sigue alimentándose con la vuelta de Donald Trump a la presidencia de los EE UU tras arrasar a la candidata demócrata, nominada "aprisa y corriendo" cuando, en un lamentable debate televisivo entre el aspirante Donald Trump y el candidato a la reelección Joe Biden, el 27 de junio de 2024, quedó patente el deterioro cognitivo del presidente Biden, incapaz de refutar la colección de medias verdades y falsedades que lanzó su contrincante republicano. La innegable victoria electoral de Trump no puede ser explicada, esta vez, por el desconocimiento sobre el personaje real, las mentiras que hubiese podido lanzar... No, no se engañen, la ciudadanía de EE UU, responsablemente, ha considerado que es la persona idónea para "Make America Great Again".
A partir de su "segunda venida" muchos, en Europa, consideramos a los EE UU, si no como enemigos, sí como "poco muy pocos amigos", dado su inmenso ego, su matonismo, su desprecio por el débil y temor al fuerte o su preocupante dependencia del sionismo.
Quédense con este último dato. El 7 de octubre de 2023, el grupo terrorista Hamas perpetró el atentado más sangriento de toda su historia contra Israel, asesinando a cerca de 1.200 personas y secuestrando a unas 250. La represalia israelí, no se hizo esperar. Comenzó una invasión de la franja de Gaza a sangre y fuego. Buscaban venganza y, a la vez, rescatar a los rehenes en poder de los terroristas. Sin embargo, lo que en un principio parecía una respuesta dura, muy dura, aunque legítima, devino en una carnicería contra civiles, que perecían masacrados por las bombas, llevados como ganado de un lado a otro y tiroteados sin miramientos.
¿Era posible que aquello empeorara? Pues sí, empeoró. La llegada de Trump a la Casablanca supuso carta blanca para que Israel comenzara a perpetrar un nuevo Holocausto. Esta vez, en vez de víctimas, se han convertido en sangrientos y desalmados victimarios.
Las imágenes que vemos todos los días, de cadáveres de familias enteras, niños desnutridos muriéndose de hambre, personas recibiendo raciones de no se sabe bien qué a paletadas, como si fueran ganado, mientras son tiroteados sin piedad por los soldados israelíes nos repugnan. Creo que el sionismo, tanto el que habita dentro de Israel como el que posee poderosos lobbies en los EE UU y que alientan este Holocausto, no está midiendo bien las consecuencias que para su propia identidad va a suponerles. El antisemitismo crece imparable por todo el mundo, Europa incluida. Todo esto no va a llevar más que a que, dentro de la realidad distópica en la que parecemos instalados, su tragedia se repita y vuelvan a pasar de victimarios nuevamente a víctimas. Han olvidado que una nación que se dice civilizada y democrática no puede responder a la barbarie con otra barbarie aún mayor y mucho más cruel.
De distopía en distopía. ¿Será este el sino de nuestro tiempo?
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