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La España que no sale en los folletos

14 de Agosto del 2025 - Julia Spadea Álvarez (Schwenksville, Pennsylvania, Estados Unidos)

La gente cree que conoce España. Piensan en Madrid o Barcelona, en el sol, en la fiesta. Mi madre es de Madrid, sí, pero esa es solo la primera página de un libro mucho más gordo y fascinante. La verdadera España, la mía, huele a la cera de las abejas de mi abuelo, al cuero de los caballos de mi tío y al discreto perfume del hotel de mi otro tío.

Mi verano transcurre en una aldea de Asturias, un mundo verde donde mi abuelo es el rey. Lo veo, con su calma infinita, cuidando de su huerto o susurrándoles a las abejas. Parece que hubiera nacido de esta misma tierra. Pero luego mi madre me cuenta historias de otro abuelo: un abuelo que vivía en el ruido de Madrid, que corría para no perder el semáforo y que dirigía una empresa de telecomunicaciones con su hermano. Me cuesta imaginar a este hombre, que hoy me enseña a diferenciar el canto de un pájaro, lidiando con el tráfico y los cables. Él conoció ese mundo de prisa y asfalto, y un día, simplemente, eligió este otro, el de la paciencia y la tierra.

Luego está mi tío, el del hotel. Él no eligió entre un mundo y otro: los unió. Es un referente del turismo aquí, en el Oriente de Asturias, pero su historia se escribe por todo el planeta. Me cuenta sobre el frío de Rusia, sobre los desiertos de Arabia, sobre cómo se come la carne en Argentina o en México. Su hotel es un imán para gente elegante de todas partes. Pero su logro más increíble, para mí, no está en ningún país lejano. Está en el cielo. Consiguió que una compañía aérea le pusiera el nombre de "Cangas de Onís" a uno de sus aviones. A veces lo pienso: hay un avión por ahí, volando por encima de las nubes, que lleva el nombre de nuestro rincón del mundo gracias a él.

Y para completar el mapa de mi familia, está mi otro tío, el del caserío. Él nunca se fue. Su pasión siempre ha sido la ganadería, un amor por los animales que se le nota en las manos y en la mirada. Ha pasado la vida entre vacas y pastos, pero ahora su gran orgullo son sus caballos. Son animales preciosos, fuertes, y cuando habla de ellos, sus ojos brillan. No es un hobby, es su vida, y lo hace tan bien que ahora sus caballos no paran de recibir premios. Es un campeón silencioso, su trofeo es el respeto de la tierra que nunca abandonó.

Así que cuando estoy en Asturias, estoy en muchos sitios a la vez. Estoy en el Madrid que mi abuelo dejó atrás, en el México sobre el que mi tío me cuenta historias y en la finca donde mi otro tío cría caballos campeones.

Mi familia me enseña que no tienes que elegir ser una sola cosa. Puedes ser un empresario de éxito y un apicultor sabio. Puedes ser un ciudadano del mundo y el mayor embajador de tu aldea. Puedes dedicar tu vida entera a la pasión de la ganadería y convertirla en excelencia. Todos ellos, a su manera, son mi mapa de España, un lugar mucho más grande y sorprendente de lo que nadie se imagina.

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