Esto se veía venir
Asusta ver esas lenguas gigantes de fuego a través de la TV devorándolo todo como insaciables monstruos que no se detienen ante nada ni nadie. Si eso nos ocurre a través de una pantalla, cuál no será el horror de los vecinos y vecinas que se sienten impotentes para frenar ese tsunami de calor y aun así luchan por salvar sus dominios con resultado de muerte en algunos casos.
Luego están los servicios contra incendios de diversas competencias, que se agotan en condiciones precarias -así lo han denunciado- para impedir el avance casi imposible de un incendio que se comporta violentamente, animado por las temperaturas y la amplia masa forestal que lo atrae. "Esto se veía venir", dicen las vecinas con lágrimas en los ojos.
Ante esta aseveración tan rotunda, que no es ajena para los responsables políticos y administraciones, porque además todos los años se dan condiciones óptimas para esta catástrofe: olas de calor, escasez de lluvia, pirómanos sueltos dispuestos a destruir por destruir... siempre nos hacemos la misma pregunta: ¿no es posible el resto del año disminuir la carga explosiva de los montes para paliar en parte el daño ambiental y económico -además de las vidas que se pierden- contribuyendo conjuntamente todos -no caben reinos de taifas- a un plan nacional de desbroce y cortafuegos, instalando suficientes bocas de riego en los pueblos para frenar las llamas en su inicio?
Nos tiene hartos el pimpón cada vez que surge una emergencia (con la dana valenciana habíamos llegado al límite) y se demuestra una vez más que repartir competencias en asuntos graves entorpece la solución. El Estado de las autonomías vale para la gestión ordinaria por la cercanía a la ciudadanía, pero los asuntos relevantes, tanto del Estado del bienestar como la seguridad o ahora mismo la vivienda, exigen un mando central con visión global y medios para abordarlos.
Con las vidas de los españoles no se juega ni se discute -las pullas dejarlas para el debate político en sede parlamentaria-, de la puerta del Congreso para fuera hay que tomar decisiones sin mirar el color político ni el calendario electoral cuando vienen duras, y ya van unas cuantas.
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