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La eterna campaña de los políticos

26 de Febrero del 2011 - Constantino Díaz Fernández (OVIEDO)

De acuerdo con lo previsto en la LOREG (Ley Orgánica del Régimen Electoral General), el próximo 22 de mayo está previsto que se celebren en España elecciones para hacerse con un puesto en los ayuntamientos de los más de ocho mil municipios que existen en este país. En la misma fecha, y simultáneamente con las municipales, se prevé la celebración de elecciones autonómicas en 13 de las 17 comunidades en las que actualmente está dividido, en términos políticos, nuestro territorio nacional. Un enorme y atractivo pastel que se disputarán miles de candidatos. Esta circunstancia, unida a las repercusiones que pudieran tener frente a las próximas generales, que, en el peor de los casos, en el supuesto de culminar la actual legislatura, probablemente se celebrarán en el mes de marzo del venidero año 2012, hace que empiece a agitarse la maquinaria propagandística de todos los partidos y a agotarse las fechas disponibles en todos los recintos donde se pueda celebrar un mitin, partiendo siempre del principio de buscar el más adecuado escaparate desde el que se pueda colocar el mensaje que mejor actúe como reclamo para captar votos. Todo vale con tal de cubrir este objetivo. No importa la ética, sino la estética: la escenografía.

Ya estamos acostumbrados, y más que ahítos, de la permanente campaña en la que siempre están inmersos los políticos: desde la campaña de la precampaña (la que ya se inicia de forma inmediata pasadas unas elecciones y generalmente de baja intensidad, salvo oportunos y puntuales brotes ocasionales), pasando por la precampaña (de media-alta intensidad, según circunstancias y conveniencias), hasta llegar a la campaña propiamente dicha (de alta intensidad; es decir, agobiante). Son tan grandes, importantes, jugosos y lucrativos los intereses que se juegan y necesitan redituar que, al igual que los perros pastores, tienen que estar permanentemente vigilantes para que no se les escape ninguna oveja de su redil, y, a ser posible, tratar de que entre alguna del de su vecino.

Si está más que demostrado que la asistencia a los mítines está compuesta por más de un 90% de correligionarios incondicionales, repartidos entre el propio séquito que acompaña a cada uno de los intervinientes (no parece oportuno utilizar la palabra conferenciantes para discursos tan banales y ramplones como habitualmente nos tienen acostumbrados), y un más o menos nutrido grupo de individuos que, por muy diversos intereses personales, mayoritariamente materiales, o por condicionamientos mentales, ya tienen muy claro en que urna van a depositar su sufragio, quedando un pequeño resto a cubrir por media docena de curiosos, algunos observadores y medios de comunicación, no parece ni oportuno ni justificado emplear, particularmente en la situación de precariedad que estamos atravesando, tan ingentes cantidades de dinero como supone la celebración de estos fastos, y que, a la postre, sale del bolsillo de todos. Para contar lo de siempre: tratar de convencer de lo buenos que somos y lo malos que son nuestros oponentes (por no decir enemigos); ocultar o disfrazar los fracasos y maximizar los éxitos (pretendiendo que se haga acto de fe inversa: no creer lo que vimos); manipular cifras y datos; hacer multitud de promesas volátiles, y un largo etcétera, no hace falta ni desplegar tantos medios ni emplear tanto tiempo. Con una única campaña de una semana sería más que suficiente. Se ahorraría mucho dinero, tan necesario para tantas cosas, y nos liberaría de tanto hastío.

Los mítines que durante el pasado fin de semana salpicaron toda nuestra geografía, particularmente el que se celebró en Oviedo con ZP como estrella, y en el que volvió a utilizar un Falcon de la Fuerza Aérea Española para un desplazamiento estrictamente partidista, asunto largamente discutido y que, al margen de la legalidad, es de muy dudosa ética, muestra, inequívocamente, la alegría con la que se siguen despilfarrando los recursos públicos y la necesidad de poner orden y sentido común a todo este asunto.

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