La dignidad
Hoy le llevé a una amiga un libro de mis relatos y estuvimos ampliando información sobre un personaje vecino de los dos y que a mí me dio una lección de vida, una lección de dignidad, una lección de aceptación de su enfermedad.
Ramón de Doloríos padecía desde pequeño tuberculosis.
Todos sabéis que la tuberculosis es una enfermedad muy antigua y transmitida de los animales a la especie humana y ya posteriormente entre las personas.
Ramón de Doloríos tenía en su casa su propio plato y su vaso para beber y no lo podía compartir con nadie, porque podía transmitirle su enfermedad.
Isabelita, con 3 años, quería salir a jugar y su vecino Ramón de Doloríos la llevaba cogida con el extremo de una vara para no tener contacto con su mano.
En todas las casas del pueblo había un horno de leña que se "roxaba" una vez a la semana y se cocían unas siete "fogazas" de trigo (una para cada día de la semana) y también, porque le gustaba a mi madre, un bollo de maíz.
Al mismo tiempo se cocía un bollo alargado de pan de trigo que todas las semanas era para Ramón de Doloríos.
Cuando yo le llevaba el bollo a Ramón, siempre volvía con un tomate o un pimiento de su huerta que me daba en pago por el pan que le llevaba.
Eso, amigos míos, es dignidad. Yo aceptaba el tomate o el pimiento, no podía negarme, aunque sabía que en su casa había muy poca comida. Era su manera de pagarme y que yo tenía que aceptar.
En otro lugar del mundo, el niño que sale en la foto no tiene tomates ni pimientos para darte, porque no tiene nada, pero lo que te da, cuando le das comida, es un beso de agradecimiento, un beso con lágrimas, un beso de hambre, un beso que te rompe el corazón.
Después de coger la comida, un soldado israelí le rompió el corazón con un disparo.
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