El Arzobispo desafía la uniformidad
El arzobispo de Oviedo, don Jesús Sanz Montes, ha demostrado no solo arrojo, sino también una calidad pastoral poco común al alzar la voz con sencillez y coherencia frente a posiciones institucionales que parecían unánimes.
Entre la presión política y mediática, don Jesús se atrevió a recordar lo esencial: no basta defender la libertad religiosa —una indiscutible exigencia ética— si no se acompaña la mirada también hacia aquellos cristianos que son atacados o asesinados por su fe en otras latitudes. Su comentario, por directo que parezca, no fue ofensivo, sino un llamado a mirar con hondura y equilibrio hacia la realidad entera.
Rebajado desde sectores progresistas a un término tan desafortunado como «moritos», el Arzobispo no fue xenófobo: denunció la ausencia de reciprocidad. Denunciamos hoy que la verdadera xenofobia consiste en celebrar la diversidad cuando nos conviene y silenciar la persecución cuando nos incomoda. Don Jesús lo recordó con coraje, recordándonos que la misión de la Iglesia implica acompañar a todos los que sufren, sin relativismos ni partidismos.
Su postura, más allá de discrepancias políticas, encarna la esencia del servicio pastoral: no buscar aprobación, sino hacer presente la justicia, la verdad y la misericordia. A veces, permanecer fiel al Evangelio significa hablar cuando otros callan, y hacerlo con humildad, sin exageraciones, sin estridencias, pero con firmeza.
Por eso celebro su gesto: una voz que desafía la uniformidad, pero desde la fidelidad a Cristo y el cuidado por los más vulnerables. En tiempos de polarización, necesitamos más obispos como él, que inviten a repensar nuestras responsabilidades éticas con valentía y sin dobleces.
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