El libro que nunca escribiré
Lo empecé a escribir hace unos días, pero, aunque lo terminara, como si no lo hubiera escrito, porque se da por sobrentendido que un libro solo se considera tal si ha sido publicado, y, de un "sin nombre" sin relaciones, prácticamente imposible ser tomado en cuenta por una editorial.
De ahí que me haya dicho: puedo dosificarlo enviándolo como "Cartas al director" a LA NUEVA ESPAÑA, y si esta lo tuviera a bien...
A ver.
La humanidad, creada para ser víctima de sí misma.
Podemos esculpir un perro, un gato, o un zapato. Y podemos hacerlo en barro, madera, mármol, etcétera, pero, sea cual sea la escultura, su esencia siempre será barro, madera, mármol...
Cuando el ser humano nace, es, trae consigo, su esencia. Inmediatamente de nacido, ya es su esencia más su primera experiencia fuera del útero de su madre. Y así irá siendo por el resto de su vida: su esencia, más la cambiante forma que, segundo a segundo, en él esculpe la vida.
Sin olvidar que, como cualquier otra escultura, su esencia, siempre será la misma.
Y jamás el saber humano llegará a conocer cómo, realmente, es cada individuo de su especie; ni de ninguna otra. Por supuesto que la misma imposibilidad existe para que cada individuo pueda conocerse a sí mismo. El hecho de que la naturaleza sea un lienzo solo para originales ha de ser decisivo en esta cuestión.
Yo soy como soy; único e irrepetible. Y por qué soy así, como soy. Aun sabiendo que es vana, no puedo, cada dos por tres, dejar de hacerme esa pregunta.
Hoy, una vez más, me la he vuelto a hacer. En esta ocasión, me ha llevado a ella la preocupación por mi hipersensibilidad a la injusticia.
Personajes como los que integran el actual Gobierno, con su presidente a la cabeza, me tienen desquiciado; porque, ellos redondean todas sus malas acciones con algo que me causa el mismo, sino mayor, trastorno: el cinismo.
Algo que, para mí, expresado matemáticamente, vendría a ser como la maldad al cuadrado. Insufrible.
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