Saturación de desgracias
Nuestra mediocridad se contenta aceptando valores medios, cuando son los frecuentes y duraderos valores extremos del cambio climático los causantes de desgracias. Hace falta que el estado de alarma sea declarado con facilidad, pues, parafraseando a J. Donne: «Ninguna autonomía es una isla completa en sí misma, cada autonomía es un pedazo del Estado, una parte del todo». Transferir competencias no es transferir la total responsabilidad. El Estado debería inspeccionar y exigir la eficacia de tal gestión para prevenir desgracias disponiendo medios para paliarlas. Maquiavélico sería que así se hiciese, se conociesen las carencias y no se dijese ni se hiciese nada, porque, de ocurrir una desgracia, se culparía al otro con pruebas de su ineficacia. Las desgracias del cambio climático seguirán aumentando y su devastación en el caso de los incendios hará abandonar el campo... Entonces quién se encargaría de realizar la prevención y dar la alarma a tiempo, ¿lo tienen previsto? Porque las gráficas del cambio climático y sus desastres son exponenciales: solo en las matemáticas crecen infinitamente, y en la realidad o se rompen bruscamente o se saturan suavemente (en ambos casos dejan daños irreversibles y a veces insuperables).
Tras tres siglos saturando la biosfera de CO2, llegan las consecuencias de las oleadas de desastres, y queremos frenar la carbonización, pero la inercia del cambio climático no se frenará rápidamente. La descarbonización solo ha servido para encarecer la energía, que la economía se consolide a la baja perdiéndose el necesario crecimiento económico, y que se generen grandes desigualdades entre la población mundial. Una población mundial que crece en las zonas empobrecidas y decrece en las zonas enriquecidas con resultado global medio de crecimiento. Catástrofes, guerras, matanzas, genocidios..., no van a ayudar a disminuir la población, porque lo que hacen es aumentar el deseo de procreación. «La primera revolución global», obra de A. King y B. Schneider publicada en 1992, advierte que: «Las diferencias de oportunidades y las condiciones de tiranía y opresión generarán oleadas migratorias hacia el Norte y el Oeste imposibles de contener». África se muere en el Sahara o se ahoga en el Mediterráneo; los ucranianos sobreviven repartidos por Europa; los sirios se mueren en campos de refugiados; los sudaneses se amontonan en el Chad; en Nigeria masacran a machetazos; los rohinyás no son bien recibidos, y los gazatíes son exterminados in situ.
«No preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti». Se precisa rebeldía y armarse de fuerza para trastrocar esto. Pero sin líderes, desde la cultura europea, las gentes no están por la labor de rebelarse y armarse de fuerza por la libertad y la democracia: la soledad de Ucrania desde 2014 y 2022 lo demuestra.
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