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Carta abierta a don Eduardo Infante

25 de Agosto del 2025 - Enrique López Fernández (Gijón)

He leído con estupefacción "La carta abierta a los vecinos que acuden a la Feria taurina de Begoña", firmada por Eduardo Infante. El comienzo, que sonaba esperanzador con la pretendida intención de no insultar ni dividir, termina siendo grotesco... ¡Menos mal que no quería insultar!

Resulta esperpéntico, por no decir algo más grave, la comparación entre el sufrimiento de un niño y el de un toro bravo. Si el Sr. Infante quería hacer gala de su erudición podía haber escogido otro ejemplo que no rozase el ridículo. Nos habla de dejar mitos y enfrentar la tauromaquía a la luz de la ciencia y la reflexión filosófica. ¿Qué ciencia y qué reflexión filosófica? ¿La suya? Reflexiones acerca de la tauromaquia ha habido y hay muchas, tanto de filósofos -podemos recordar a Savater, Nietzsche, Wolff, Ortega, Bergamín, etc- como de artistas e intelectuales de todos conocidos: Lorca, Picasso, Hemingway, etc., etc. Entonces ¿a qué aspira el Sr. Infante? ¿A que adoptemos su pretendida reflexión filosófica como la verdadera?

En este enfrentarse a la "luz de la ciencia y la reflexión filosófica" nos dice que el toro bravo es igual que cualquier otro bovino doméstico y que la casta brava es fruto de una selección artificial. ¿Los pollos, gallinas, pavos, cerdos, vacas y cualquier otro animal presente en las carnicerías no son fruto de una selección artificial? Excepto las especies cinegéticas, todos lo son. Esa "selección artificial" que no comenzó como argumenta el autor en el siglo XVIII sino muy anteriormente, ha creado un animal distinto al toro doméstico, el toro bravo, el cual sin la lidia no existiría. Además al decir que el instinto básico del toro bravo es la huida, me da a entender que el Sr. Infante no ha pisado una plaza ni una dehesa en su vida, que no ha observado el comportamiento del toro bravo y me atrevería a afirmar que tampoco del de carne. De animales conocerá a su mascota y poco más.

Luego a los aficionados nos trata como celebradores del sufrimiento, de la tortura, nos coloca en oposición a la dignidad humana: somos el exponente de la degradación. No es algo que me extrañe. He comprobado que los antitaurinos rozan un autoritarismo peligroso y aterrador. Se proclaman los poseedores de la ética y la bondad humanas. Están en un grado de humanidad superior a los miserables aficionados taurinos. Dios nos libre de estos seres tan puros.

Sr. Infante, la tauromaquia aparte de entretener es un Arte, con mayúsculas. Un arte irrepetible. Y como usted mismo dice es un mito. Usted sabe que el mito es anterior al logos. Con lo que volvemos a lo prístino. Eso sí es ser fiel a lo mejor de nosotros y no ese otro hipócrita buenismo que pregona.

Para acabar es cierto que la feria de Begoña es corta en el tiempo pero, a pesar de los pesares, goza de buena salud. Y fuera de Asturias le invito a que revise los aforos de las distintas ferias de España y sur de Francia. Sólo en San Isidro se celebran más de 50 corridas en mes y medio, y todas ellas, llenas a rebosar. A quien no le guste o le horripile que no vaya y que no hable de lo que no sabe.

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