Groundhog Day

25 de Agosto del 2025 - Olái Leal Vázquez (Oviedo)

El otro día, inmerso de lleno en la temporada estival, pero con un resfriado digno del peor de los inviernos, volví al pueblo.

Tomando algo con uno de mis mejores amigos, de esos que se dice que se cuentan con los dedos de una mano, le comenté que el pueblo seguía igual; con sus obras inacabadas, sus personajes ilustres que deambulan pero no cotizan, sus ruinas perpetuas, sus peluqueros, su parque de La Laguna y ese quiosco de la música donde ya no hay música ni agua con peces rodeándolo.

Mi amigo me dijo: exacto, aquí todo sigue igual, es como el Día de la Marmota, y tú ¿qué tal todo por la ciudad? Le respondí con poco ánimo, por el resfriado viral y por el escaso entusiasmo que me evocaba pensar en la ciudad para formularle una contestación. La respuesta fue vaga y sin profundidad, carente de merecimiento de mención expresa.

Han pasado un par de semanas y he vuelto al trabajo en la ciudad. Reflexionando, me he dado cuenta de que la ciudad es el verdadero Día de la Marmota: con sus horarios febriles, con su polvo en suspensión, con sus prisas, con sus infidelidades, con sus virus, con sus niños enfermizos, con sus fobias, su miopía y sus engaños cotidianos.

Me doy cuenta un año más de la verdad que reside en los pueblos, de las familias, de las zonas verdes, de la crianza, de los parques, de los cielos, de los favores del frutero de la esquina, de la profunda y verdadera cotidianeidad. Me doy cuenta de la riqueza de la cercanía, de las redes de apoyo, de las metas conjuntas, de vivir en un entorno que seas capaz de comprender.

El otro día leía a José Antonio Marina, catedrático de Filosofía por la Complutense (según su Linkedin), en su tratado "La vacuna contra la insensatez", donde profundiza en su tesis sobre que la bondad es la sublimación de la inteligencia.

Como la bondad puede entenderse de muchas formas, él la describe como lo hicieron los ilustrados, intentando buscar una solución universal que ampare a todos. Porque, como bien arguye, la actualidad se caracteriza por notas de relatividad y de verdades individuales, donde la ética depende de lo que le venga bien a cada cual. Eso no debe ser tal, porque la ética debe partir de la felicidad pública, que es la condición de posibilidad de las felicidades privadas.

Como la inteligencia es la capacidad de resolver problemas y los problemas más urgentes, universales y complejos nacen de la convivencia humana y de la búsqueda de la felicidad, la puesta en práctica de la ética (en román paladino, la "bondad") es la máxima manifestación de la inteligencia humana.

Por tanto, debemos recuperar la brújula de los pueblos, el discernimiento entre el bien y el mal debe llegar también a las ciudades, la preocupación por el bienestar del resto. Dejemos de escondernos tras el anonimato que otorgan las grandes urbes, ahora también las redes sociales, y démosle más importancia a nuestro nombre y a lo que hacemos con él. Habremos de buscar la bondad aunque no siempre lo consigamos (yo el primero), porque es la única vía para la felicidad.

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