He escrito un libro (2)
(El que no haya leído mi anterior, no le encontrará sentido).
Como me conozco e internet no puede tacharme de pedante o presuntuoso, se lo he preguntado abiertamente para ver si ratificaba lo que ya suponía.
¿A mayor sensibilidad, mayor cantidadde materia gris?
Respuesta: "Sí, generalmente se asocia con una mayor sensibilidad sensorial y capacidad cognitiva".
Y lo que todo el mundo, y yo también, da por hecho. -¿Más inteligencia a mayor cantidad de materia gris?
Respuesta: "Sí, en general, una mayor cantidad de materia gris se asocia con una mayor inteligencia".
De esta forma he encontrado explicación para esa, mi hipersensibilidad, hacia la injusticia. En cuanto a la mayor o menor cantidad de materia gris en cada individuo, no me suscita ninguna curiosidad; mera cuestión física, como puede serlo el color de los ojos o el tamaño de las orejas. Lo que sí me tiene verdaderamente intrigado es por qué esa materia gris que forma parte de mi mismo tantas veces parece tener querencia a ensañarse conmigo.
Por qué, de vez en cuando, por ejemplo, no me diseña un sueño del que yo no quiera salir, por el goce que esté experimentado.
No. Qué va. Eso ni hablar. De donde no me deja salir es de la pesadilla de turno, una de su innumerable retahíla, con la que cada noche me atormenta, o me asquea.
Por qué mantiene escondida la mayor parte de mi vocabulario.
Por qué me ha impuesto la lista de la compra, aunque no vaya más allá de una o dos cosas.
Por qué me manda para la cama sin apagar el ventilador del salón.
Doy por conocida su respuesta. -No, mijito. Todo eso achácaselo a tu edad. Recuerda, ya lo sabes, todo lo que tiene vida...
De esto sí te acuerdas: desde el nacer al morir, lo que llamamos vivir, es ir perdiendo la vida.
La vida sigue la evolución de la ola, crece hasta que alcanza su plenitud, a partir de ahí, decrece, pierde facultades, hasta de nuevo integrarse en el océano.
Lo que imaginaba. -Ya, pero tengo la misma edad para acordarme de Zapatero, Sánchez y un larguísimo etcétera que tú conoces. Por qué no mandas estos... (reprimo calificativos porsi) al rincón más profundo y oscuro de tu reino. Por qué me martirizas haciéndolos permanentes en el mío.
Me la paso hablando con este ente desconocido que me domina. Supongo que escuchará, aunque, al menos esa es la impresión que tengo, no me para bolas en absoluto.
Ni que decir tiene que estos diálogos, o monólogos, lo que sean, se dan con mayor frecuencia en mi cama, durante mis largas horas de insomnio.
No se me va de... la cabeza la música que, durante unos breves segundos, escuché hace unos meses. No provenía de instrumento alguno, era coral a capela. Algo que, por tan excelso, me pareció ajeno a este mundo.
De esto hace más de cincuenta años. Fue en mis tiempos de yoguí. Una noche soñé que viajaba flotando en el espacio. Recuerdo que lo hacía sobre lo que parecían ruinas de una ciudad antigua. Y, lo más llamativo, el color... extasiante, que se daba en el sueño.
Pues bien, esas son las propuestas que le hago a ¿mi? ente. -Oye, tú eres yo. O al menos formas parte de mí y, siendo así, deberías gozar o padecer conmigo. Eres masoquista o qué. Por qué me martirizas con esos malditos sueños. ¡Coño! ¡Sé consecuente! No me tortures con pesadillas, organiza mis sueños con la musiquita o el "viaje astral" de marras.
Por qué yo pinto tan poco en lo que soy. Por qué yo, "mi" consciencia, "mi" voluntad, tiene que someterse al mandato del ente que genera mi materia gris.
Mi voluntad pareciera decidir la respuesta, únicamente, a lo que soy consciente de percibir, o haber percibido, con mis sentidos. Es decir, yo, aparentemente, gobierno, manejo el material y las herramientas que aparecen en el listado de mis recuerdos almacenados. El resto, que ocupa casi todo el almacén, es cosa suya. Él se pone a mangonear decidiendo el qué, cuándo y cómo hacerlo aflorar. Unos segundos de distracción por mi parte y, hala, ya toma el mando.
Realmente, ni siquiera estoy seguro de esa minucia de gobierno que me concede. No puedo saberlo. ¿Seré yo el emisor de algo, o solo el transmisor, al tiempo que el ejecutado y ejecutor de la respuesta del ente a todo?
De ahí que durante las horas de insomnio de hace... unos cincuenta años, yo escribiera estos versitos: Vigilia agotadora, / sumida en vano empeño, / pues nada más lejano, / que ser mi propio dueño.
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