La degradación del Sella: ¿fiesta o desastre ecológico?
Cada agosto, el Descenso Internacional del Sella, prueba deportiva de merecido prestigio internacional, se ve eclipsado por un espectáculo lamentable y que parece fuera de control. El prólogo y el epílogo de la fiesta de Asturias por excelencia, la Fiesta de les Piragües, se han convertido en un auténtico desmadre. En los días previos al descenso, y la misma jornada de la prueba, el consumo de alcohol en la calle, botellones incluidos, y la música a todo trapo y sin interrupción, en la plaza y en las calles con bares, son ya habituales. Me refiero concretamente a lo que sucede en Arriondas, lugar de partida del Descenso.
Arriondas y la ribera del Sella se transforman en agosto en un auténtico vertedero de basura y desechos humanos. A esto se suma el impacto acústico de festivales como Aquasella y Riverland, cuyo supuesto carácter musical sirve de coartada para un desorden masivo. Hay quienes llaman a esta zona el "valle de la música", en un intento de blanquear la realidad. Luego nos sorprendemos por la desaparición del salmón del Sella o la crítica situación del urogallo, como si ambos fenómenos no estuvieran directamente relacionados con el abuso medioambiental.
Algunos señalan el supuesto impacto económico positivo que estos eventos dejan en la zona. Sin embargo, un análisis más profundo revela que los beneficiados son unos pocos. Más allá de los supermercados y de algunos establecimientos hosteleros, la mayoría del comercio local sufre una pérdida de clientes que huyen despavoridos de este "apocalipsis fiestero". La supuesta bonanza económica es un espejismo que no compensa el daño ecológico y social.
Ante esta situación, la pasividad del Ayuntamiento de Parres resulta asombrosa, porque deja hacer impunemente. Es difícil no pensar que, al mirar para otro lado, las autoridades confían en una reelección que quizás el gremio hostelero y los vecinos más conscientes no les concedan. En medio de uno de estos festivales he podido ver cómo algunas personas lavaban sus coches a la vera de la fuente del cañón o en el propio aparcamiento reservado frente al Ayuntamiento.
Ahora, con el anuncio del pacto contra la emergencia climática que se celebrará en Asturias, y con el presidente Barbón como anfitrión, la esperanza se renueva. No podemos permitir que este evento político sea solo un ejercicio de ecopostureo. Es urgente que se tomen medidas reales para controlar estos eventos de masas y revertir la espiral de destrucción que está acabando con la belleza natural de Asturias.
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