Criticar es más fácil que construir
No me dirijo a nadie en especial, aunque por supuesto, hablo de mi queridísimo pueblo, Grandas de Salime.
Escribo estas líneas desde la humilde opinión de alguien que sí ha estado del otro lado: dedicando tiempo, esfuerzo y ganas a sacar adelante unas fiestas que, como todos sabemos, nunca son a gusto de todos.
Por eso mismo sé lo fácil que resulta criticar desde fuera. Quien nunca ha organizado nada suele ser, casualmente, el primero en encontrar defectos. Y, ojo, claro que se cometen errores y claro que siempre hay margen de mejora; pero las críticas útiles se hacen con respeto y con afán constructivo. Lo otro -el comentario de pasillo, la crítica de sobremesa o el chascarrillo de corrillo- no construye nada, solo desgasta y desmotiva a quienes se han implicado.
Las fiestas, los eventos, cualquier iniciativa comunitaria, no nacen de la perfección sino del trabajo de quienes deciden dar un paso al frente. A esos habría que agradecerles, no machacarles. Si no te gusta cómo se ha hecho, si piensas que sabes hacerlo mejor, la puerta está abierta: organiza, propón, trabaja. Lo que no vale es mirar desde la grada y soltar consejos de experto sin haber sudado nunca la camiseta.
Porque, al final, lo importante es recordar que sin quienes se implican no habría fiestas, ni actividades, ni nada de lo que tanto se habla. Y eso sí sería digno de crítica.
Atentamente, una orgullosa grandalesa.
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