Oh capitán, mi capitán
Un día como hoy, hace justo un año, recibí por teléfono una noticia que, aún hoy, todavía me cuesta comprender. "Te llamo por si no te enteraste y para que avises a los demás. Acaba de morir Armando".
No lo entendía. Entendía las palabras, pero no el mensaje. Tenía que haber algo que no estaba oyendo bien, o quizá era una broma o parte de una historia que no conocía. Pero era imposible que así, de repente, te hubieras ido.
El día anterior estabas organizando grupos y calendarios para la nueva temporada, comentándonos los mil proyectos que tenías abiertos, cómo ese año iba a ser el más grande de todos (esto nos lo decías cada año, y siempre era cierto). Y, de repente, ¿ya no estás? Tenías la fuerza de mil hombres, el empuje de un vendaval y una energía que se propagaba como la electricidad en el agua. Pero la vida vino a recordarnos una vez más que los finales épicos quedan reservados para la ficción, y que la muerte es sórdida y anodina hasta rozar lo absurdo.
Desde entonces ha pasado un año, pero es rara la semana que no se me viene la mente tu recuerdo. A veces reviviendo aventuras en las que todos nos metíamos tras responder afirmativamente a tu "¿tienes un ratín la semana que viene para echarme una mano?". Nunca sabíamos si el "ratín" serían un par de horas un martes, o varios días recorriendo Asturias, ni si sería algo tranquilo, o si saldría en el periódico "la última gracia de Krav Maga Gijón", como solías decir.
Otras veces te recuerdo en los días normales en clases o seminarios, aunque eso de "normales" admitiría muchos matices: tus planes para tomar el Congreso, paredes agujereadas, suelos levantados... ir a clase era aprender, pero también era volver con mil anécdotas divertidas, que ahora hacen que se me llenen los ojos de lágrimas recordándolas.
Y otras veces, simplemente me acuerdo de todo lo que aprendí y viví durante los 10 años que tuve la suerte de compartir contigo.
No creo en el cielo ni en el infierno. Que no estén lloviendo ángeles con los ojos morados ni saliendo de la tierra demonios con los cuernos rotos me confirma, al menos, que no estás en ninguno de los dos. No sé dónde estarás, si es que estás en algún sitio, pero lo que sí sé es que el mundo se he vuelto más aburrido desde que no estás en él.
Capitán, espero que Caronte te haya tratado con el respeto que mereces en tu último viaje. Tu peor alumno no te olvida.
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