La chaqueta de mi padre
En los años sesenta mi padre tenía una chaqueta de diario de color beis, con remiendos en los codos, muy gastada y con solo dos botones: uno al comenzar arriba, que servía para abrigar el pecho y, el otro, como si fuera un náufrago buscando una boya, nadaba en el medio de la chaqueta y, a veces se confundía mi padre al abrocharlo, quedando un hueco, que el viento incrementaba, unas veces por la derecha y otras por la izquierda según soplara nordés o vendaval.
La chaqueta tenía dos bolsos abiertos a los lados (no entiendo la manía que tienen ahora de coserlos) y dentro del bolsillo de la izquierda llevaba un paquete de tabaco (cigarrillos grandes de caldo) y un librito de papel de liar de marca Jean. En el bolsillo derecho metía un chisquero de mecha con piedra, que después de apagarla la enrollaba como si fuera un ovillo.
A veces, después de fumar, apagaba mal la mecha y esta con un poco de aire se reavivaba y pasado un rato el bolsillo de la chaqueta parecía un colador humeante de incienso.
Cuando mi padre quería fumar, cogía un cigarro de caldo, lo partía por la mitad y con un papel del librito de papel de liar hacia un cigarrillo estrecho que pegaba con la lengua y lo encendía con el chisquero dándole varias pasadas a la rueda hasta que saltaban chispas y prendía la mecha.
La chaqueta de mi padre también tenía un bolsillo en el pecho para llevar el pañuelo, aunque mi padre, igual que yo, lo llevaba en el bolsillo derecho del pantalón.
El pañuelo era muy práctico, pues además de utilizarlo para limpiar los mocos, servía, cuando hacía mucho sol, para taparse la cabeza después de hacerle en cada esquina un nudo.
Otro uso que tenía el pañuelo era para sacar los "argueiros" y los mosquitos de los ojos. Cogías una punta del pañuelo, la chupabas, la enrollabas bien y era la mejor pinza para sacar cualquier cosa de los ojos. También quitábamos los orzuelos con el pañuelo.
En el lado izquierdo de la chaqueta por dentro existía un bolsillo para llevar los documentos y la cartera. El bolsillo de mi padre iba siempre vacío.
Aparte de la chaqueta de diario, tenía mi padre una chaqueta de los domingos. Esta era un poco más nueva y olía mejor, a naftalina y solamente la ponía para ir a misa los domingos, el día de la fiesta del pueblo o para ir a algún entierro o a los oficios de Semana Santa.
Yo, cuando iba con mi padre, antes de entrar en la iglesia, por si acaso, le metía las manos en los bolsillos y miraba si encontraba una moneda de dos reales, que era lo que costaba un Chupa Chups que decía en el papel que lo envolvía: "Es redondo y dura mucho más". Lo más normal era que el bolso estuviera vacío o llevase un perrón para dar en la misa.
No sé si os dais cuenta, pero a mí me parece que aquellos Chupa Chups con palo de madera, de naranja o de limón, duraban mucho tiempo en la boca y casi, de grandes que eran, no cabían en ella.
Más tarde, a los Chupa Chups de naranja y de limón se unieron los de cola (no me gustaban), los de nata y fresa, los de menta y unos azules que parecían de endrinos.
También la chaqueta de mi padre, en la solapa izquierda, en la parte de arriba, llevaba cosido un botón negro y con ello se demostraba que estabas de luto (siempre se te moría algún familiar, ¡como éramos tantos!). Lo peor lo tenían las mujeres, que entre el luto (del primer año) y el alivio (del segundo año), los trajes de colores quedaban siempre colgados en el armario.
La chaqueta de diario de mi padre no llevaba cosido ningún botón de luto. ¿Sería que por la semana no estábamos de luto? No lo sé. Hay cosas que no las entendía de pequeño y ahora tampoco.
También es posible que me pase como a Don Quijote, cuando a lomos de Rocinante en la oscuridad de la noche, se confunde y choca contra el muro de la iglesia del Toboso:
"Con la iglesia hemos topado, Sancho".
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