Libertad, prohibiciones y decadencia política
Las normas deben existir, pero no para limitar nuestra capacidad y libertad de vivir como queramos, siempre que nuestros actos no perjudiquen a nadie más. Cuando se dice que hay que "dar ejemplo" o "proteger a otros", se termina despreciando la inteligencia de los ciudadanos, tratándolos como menores de edad. Debería estar prohibido prohibir.
Ahora el Gobierno abre el debate sobre la ampliación de los espacios libres de humo. Lo justifican en nombre de la salud, dicen que el tabaco satura hospitales y centros de salud, pero nada dicen del mal funcionamiento del sistema, con listas de espera interminables, incluso para el médico de cabecera. ¿Eso no mata más que el tabaco? Y si tan dañino es fumar, ¿por qué no lo prohíben de raíz, en lugar de convivir con el negocio? Personalmente, estoy en contra de fumar en espacios públicos y donde haya niños. Pero no olvidemos que todos moriremos, antes o después. Hace décadas se fumaba en discotecas, cines, bares, restaurantes, colegios e incluso hospitales. El humo era constante, y sin embargo hoy vemos más ictus, infartos y cánceres que entonces. Antes se moría "de muerte repentina" y se aceptaba como parte de la vida. Lo cierto es que el Estado debería legislar solo contra quienes dañan a otros. El resto, que dejen vivir. Que faciliten la vida en vez de llenarla de obstáculos, prejuicios, complejos y puritanismo.
Lo más grave es que el propio Estado se salta las leyes más importantes, como la libertad de expresión o la igualdad ante la ley, regalando impunidad a corruptos y fugados de la justicia. Es un anacronismo que quienes hacen leyes para todo no cumplan las básicas. Los que tenemos cierta edad recordamos los pasos dados en democracia, derechos, igualdad, la lucha por una política sana que mejorara la vida de trabajadores, empresarios, autónomos, pensionistas. Entonces se defendían los servicios públicos: sanidad, educación, empleo estable, salarios dignos. Hoy todo se desmorona.
Mientras tanto, los políticos se insultan, se indultan y se amnistían entre sí para corromper juntos el sistema. Se pasan los días con el "y tú más", justificándose por ser menos indecentes que el contrario. Al ciudadano, al anciano, al joven, al pequeño empresario, ni los miran. Solo están en política para servirse de ella, no para servir a quienes representan. Ahora discuten quién tiene al cargo más corrupto, mientras la vida de los españoles empeora. Todo lo hacen para despistar al pueblo de sus indecencias.
Mezclar política con deporte es fanatismo y fascismo. El deporte nació para unir a personas y pueblos en torno a la excelencia, la disciplina y el respeto. Pero cuando se mete la política, se divide y confronta. Los deportistas no tienen culpa, pero la historia nos recuerda tragedias como la de Múnich 1972, donde el deporte pagó las consecuencias de los fanatismos.
Señalar o estigmatizar a quien piensa distinto no es un simple desacuerdo: es intolerancia. Lo hicieron con el feminismo, la violencia de género, la inmigración, incluso con desastres naturales. Para ellos siempre hay un culpable ajeno, aunque lleven años gobernando. Eso sí: indultar, insultar o amnistiar delincuentes lo deciden rápido, siempre por poder. Lo indecente antes era que un político indultara a otro; hoy lo vemos a diario.
Mientras, los ciudadanos sufren la carestía de la vida, salarios insuficientes, vivienda imposible, sanidad colapsada con listas de espera interminables. Ancianos -especialmente mujeres- mueren solos, sin medios ni cuidados. Se protege más un huevo de ave que la dignidad humana. Hay presupuestos para inmigración irregular, pero no para residencias dignas, asequibles y supervisadas.
Desde la llegada de Podemos y sus múltiples facciones, la política se degradó aún más. Con exigencias y leyes impusieron gobiernos débiles, sembrando división y confrontación. Prometieron acabar con la casta, y terminaron siendo lo peor de ella. Ahí están Iglesias, Irene Montero, Errejón, Monedero: incoherentes, hipócritas, aferrados a cargos y privilegios. Solo falta que lleven a sus hijos a la educación privada. Y aunque ya nadie les vota, siguen ahí, porque con cinco diputados son capaces de sostener a un presidente que se aferra al poder indecentemente.
La conclusión es clara: políticos nefastos dejarán un país en ruina.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

