Guerra y genocidio
Sobre la barbarie de la guerra de Gaza hay unanimidad. Se discute si la barbarie alcanza el grado de genocidio. Decir de una guerra que es brutal y cruel es hacer retórica; esos adjetivos están implícitos en el sustantivo guerra: no hay guerras amables. En lógica se les llama juicios analíticos, que son siempre verdaderos pero no aportan información a la que ya está contenida en el sujeto; la explicitan.
Cosa muy distinta es calificar una guerra de genocidio. Genocidio y guerra están muy lejos de ser sinónimos; el mayor genocidio de la historia, el de los campos de exterminio nazi, se hizo al margen de la guerra. Atribuirle al Gobierno de Netanyahu la voluntad de exterminar masivamente a la población gazatí (dos millones de habitantes) es una imputación delirante. Curioso genocidio en el que, antes de volar un edificio, se avisa a los inquilinos para que lo desalojen. Imaginen a las SS yendo de casa en casa, dándoles a los judíos dos horas para elegir entre irse a América o a Auschwitz.
Sí hay motivo, en cambio, para preguntarse si, con las destrucciones masivas, el Gobierno de Israel no está creando las condiciones para una deportación en masa de la población, añadiendo un nuevo capítulo a su historial expansivo a base de anexiones y ocupaciones. La UE y el Gobierno de España estarían en condiciones de moderar los excesos de Netanyahu si, deponiendo la demagogia "pro domo" (destinada a la propia parroquia), asumieran con sinceridad y firmeza algunas iniciativas básicas: exigir la entrega inmediata y sin condiciones de los rehenes, auténtico "casus belli" que desencadenó la guerra; ayudar a Israel a neutralizar a Hamás (que es tanto como pararle los pies a Irán); imponer la entrada de la Cruz Roja en la zona de guerra; hacerse cargo de la evacuación y asistencia de los heridos; garantizar que la ayuda humanitaria llegue a la población civil impidiendo que la controlen las milicias de Hamás para su propio avituallamiento (¿han visto algún miliciano famélico?).
España acoge a casi un millón de refugiados, unos 250.000 procedentes de Ucrania. El propalestinismo de Sánchez sería creíble si se ofreciera a acoger, mientras dure la guerra, a un cuarto de millón de gazatíes. El resto, bla, bla, bla. Un engañabobos para bobos vanidosos con ganas de que los engañen.
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