Ejército de pacificación es un oxímoron
Apreciado señor presidente:
Leo con preocupación creciente la noticia que usted difunde como un logro de su Gobierno según la cual Asturies se colocará a la vanguardia de la movilidad terrestre de las Fuerzas Armadas, lo que dará paso a una modesta creación de empleo en el sector.
En mi opinión, la cuestión no es baladí y exigiría un debate colectivo de fondo y sosegado, sin enfoques sesgados, en el que las verdaderas prioridades de la sociedad fueran puestas sobre la mesa en el marco de un contexto global eminentemente belicista al que, según parece, Asturies va a contribuir aportando su grano de arena.
Siempre he entendido la función pública como el arte no de decir cosas agradables y complacientes a la audiencia, sino muy al contrario, el ejercicio de una actividad que, guiada por altos ideales, debía plantear exigencias y retos a la ciudadanía, además de suponer en cierta medida una labor educativa.
La auténtica pregunta, según mi parecer, que se nos plantea ante este caso concreto es:
¿esos instrumentos que se van a fabricar en Asturies favorecen la vida y la realzan o no?
En un momento como el actual, en el que los adelantos técnicos están en condiciones de brindar abundancia para todos, ¿no resulta perverso ceder a la lógica de mercado y a la marea militarizadora actual vendiendo el alma por un magro beneficio económico que, sin embargo, nos alista con los personajes más retrógrados a escala mundial?
No discuto que para que un país funcione su economía debe estar saneada; lo que quiero decir es que el PIB mide todo menos aquello que hace que vivir la vida valga realmente la pena.
Y es que, si nos empeñamos en vivir contrariamente a la ley de la vida, terminaremos renunciando también a la razón, lo que a todas luces es el sino de nuestro tiempo. Una época triste, oscura, marcada por la irracionalidad y de claro declive civilizatorio en la que nuestro destino se encuentra en manos de individuos sin altura de miras, que no tienen empacho alguno en legalizar el homicidio adoleciendo del más mínimo respeto por la vida humana.
Su partido, como la práctica totalidad (salvo honrosas excepciones) de la izquierda europea, parece haber claudicado definitivamente ante las exigencias del Gran Capital, al que ya ni siquiera le piden, aunque sea de un modo tímido y apocado, que muestre una cara más humana.
Con respecto a una verdadera cultura, convierte usted a Asturies en algo esencialmente provinciano, no metropolitano, por mucho que nos quiera situar a la vanguardia armamentística actual.
Le pido por todo ello, señor presidente, que reconsidere su postura y siga los consejos de insignes e históricos socialistas como Bertrand Russell o Albert Einstein. Si socialismo y paz es lo que más necesita el mundo, enfrente a los hombres más poderosos de nuestro tiempo por el futuro entendimiento fraternal entre los pueblos.
Reciba un saludu candial.
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