Mirando hacia atrás con nostalgia
Leyendo el artículo de D. Antonio Arias, sobre la implantación de redes informáticas en la Universidad de Oviedo, me vino a la memoria una historia también relacionada con la informática.
Quizás alguien recuerde las tarjetas perforadas como mecanismo de agilizar el archivo y búsqueda de bibliografía. Llegaron los ordenadores a nuestros laboratorios. El primero al que tuve acceso por su precio asequible se llamaba Spectrum, costaba algo menos de 50.000 pesetas y permitía hacer programaciones sencillas, aparte de algunos juegos de muñequitos. Los Amstrad ya daban algo más de juego. Pero los ordenadores potentes: IBM, HP, Hispano Olivetti, etc., estaban fuera del alcance de la mayoría por su pecio, aunque poco a poco se iban incorporando como un útil de trabajo imprescindible.
Y en esas andábamos en la Universidad de Oviedo cuando, en 1982, la Junta de Gobierno aprueba otorgar el título de Doctor Honoris Causa por la Faculta de Ciencias Económicas a D. Ramón Areces, propietario de El Corte Inglés. D. Ramón quería corresponder a la generosidad con que le trataba la Universidad, y la primera idea que surgió fue financiar la creación de una Biblioteca que llevara su nombre. Afortunadamente, en el equipo rectoral se sugirió la posibilidad de mejorar la dotación informática de la Universidad, y que mejor sería dotar a la Universidad de una estructura informática potente que le permitiera engancharse a las nuevas tecnologías con lo más avanzado que había en aquel momento. Y así fue como se creó el Centro de Cálculo, sito en el edificio que la Universidad tenía en la calle González Besada. La Fundación Ramón Areces aportó no solo el equipamiento, que nos parecía algo extraordinario, con unos enormes armarios provistos de grandes discos, situados en una habitación libre de polvo y con temperatura controlada; además todo ello con personal procedente de El Corte Inglés, pendiente en todo momento de la instalación y puesta en marcha del equipo.
Funcionó durante algunos años hasta que, naturalmente, fue superado por nuevos y más modernos equipos. Probablemente todo lo que hacían aquellas enormes máquinas lo pueda hacer hoy un teléfono.
Para completar debidamente este repaso "histórico", debo añadir que en aquel tiempo el Rector de la Universidad de Oviedo era D. Teodoro López-Cuesta, y quien le animó para optar por el Centro de Cálculo era el Vicerrector de Investigación, que es quien aún puede suscribir este texto.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

