Memorizar no es lo mismo que aprender
He pasado por la ESO, el Bachillerato, la Universidad y la Formación Profesional. En todos esos caminos educativos he comprobado lo mismo: seguimos atrapados en un sistema que enseña como si todavía usáramos únicamente lápiz y papel. Se premia la memoria, la repetición, el examen... pero no el pensamiento crítico, la creatividad ni la resolución de problemas.
La universidad, símbolo de conocimiento y progreso, sigue anclada en un tradicionalismo que desconecta a los estudiantes de la realidad. Y luego llega la paradoja: cuando terminan sus estudios y buscan empleo, se les exige "experiencia previa". ¿Cómo van a tenerla si durante años se limitaron a memorizar y aprobar exámenes, en lugar de enfrentarse a situaciones reales y prácticas?
El resultado es un ejército de jóvenes que sienten que han invertido años de esfuerzo en títulos que no siempre les preparan para el trabajo ni para la vida. La información hoy está a un clic; lo que hace falta es aprender a analizarla, cuestionarla y aplicarla en la práctica.
Por eso, es hora de un cambio profundo. Necesitamos una educación que nos prepare de verdad, que acerque las aulas al mundo real, que dé a los estudiantes herramientas útiles y no solo apuntes olvidados. Las escuelas y universidades no pueden seguir de espaldas a la sociedad ni al futuro.
Los estudiantes no pedimos menos exigencia; pedimos una exigencia que tenga sentido. La educación debe ser el puente hacia la vida laboral y personal, no un muro lleno de frustraciones y contradicciones.
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