Ideología, semántica, negación y esquizofrenia
De lo poquito que nos faltaba por ver dentro del lodazal político en el que convirtieron esta España nuestra los autores intelectuales del "me gusta la fruta" y "el que pueda hacer que haga" (en esa lucha descarnada por el voto extremo), acaba de hacerse luz el espíritu republicano de Falange Española: Vox sube la apuesta y critica abiertamente las palabras del monarca español, pronunciadas en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, condenando, en otros términos, el genocidio o la negación del derecho a la existencia del pueblo palestino, llevado a cabo por Benjamín Netanyahu con la ayuda interesada del promotor de la "Riviera de Oriente Medio". Humedades nocturnas que acompañan los sueños lascivos de un aprendiz de brujo. Y con estos mimbres, dispersos por los caminos del mundo, deshumanizados y desprovistos de empatía, tiene que lidiar la humanidad. Corren buenos tiempos para los enemigos de la lírica.
Escuchamos argumentarios asociativos formando campos semánticos de ideas, todos los días y todos dispuestos en torno a la defensa más o menos velada de la masacre judeo-israelí sobre el territorio de Gaza. Gente normal, sin más equipaje filosófico ni más autoridad intelectual que la de los años vividos, establecen argumentos ideológicos manipulados por pseudomedios, sustentados sobre principios de fidelidad al abanderado que les abastece de dinero público, nunca sobre la defensa del derecho a la vida de la población civil. Personas que asumieron hace tiempo el enfrentamiento reaccionario sobre el discurso que denominan buenismo hipócrita. Las mismas personas que exigen la inmolación de las gentes atribuladas, defensoras del pueblo palestino (no de la organización terrorista Hamas), como antes exigían al progresismo vivir en condiciones de pobreza extrema para ser creíbles. En el fondo y en superficie, lo que molesta al conservadurismo es que el buenismo les pone un espejo en qué mirarse y no les gusta lo que ven. De ahí el discurso hiperbólico, insano, protervo y vesánico de quienes alimentan la destrucción del Estado del bienestar, protegen la desidia de la incompetencia entre sus filas y buscan la ayuda que no encuentran entre la ciudadanía, en otros poderes del Estado.
De la negación atronadora y radical del genocidio perpetrado contra el pueblo palestino, después de oír los discursos provenientes de Nueva York, pasaron al murmullo y al susurro del término, solo la Golda Meir madrileña permanece impasible el ademán, al menos mientras la Justicia no se exprese con tal rotundidad que pueda llevarse por delante su carrera política (cosa poco probable, aunque deseable), no el amor que, según parece, resiste cualquier prueba fiscalizadora.
En definitiva y para concluir el motivo de esta carta, decir que en esta nueva batalla de Jericó que asuela La Franja de Gaza, los cañones sustituyen a las trompetas y Netanyahu a Josué, pero el efecto genocida sobre los habitantes de la ciudad, tal como se describe en la Biblia, se parece bastante a lo que acontece en esa parte del mundo sometida a la esquizofrenia expansiva de una persona megalómana con déficit de escrúpulos.
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