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AVE rápido, Langreo lento

2 de Octubre del 2025 - Jesús Rodríguez Sendarrubias (Ciaño de Langreo)

Hay momentos en los que resulta inevitable aplaudir, aunque no estemos acostumbrados a hacerlo. La liberalización del ferrocarril, que permitirá nuevos corredores desde Madrid hasta Galicia, Asturias y Cantabria, es uno de esos momentos. Empresas privadas compitiendo, trenes más frecuentes, horarios más decentes... sí, se puede. Y si funciona para cubrir trayectos como Santiago-Vigo en poco más de hora y media, o Valencia-Alicante en menos de una hora, trayectos que hoy en Asturias entre Langreo, Gijón, Oviedo o Avilés son pura fantasía ¿por qué aquí no habría de funcionar? Esa pregunta debería remover conciencias, sacudir la modorra de nuestras costumbres administrativas y despertar, por fin, un poco de ambición local.

Pero la realidad de Langreo nos devuelve al suelo con un golpe seco. Vivir aquí y trabajar en Oviedo, Gijón o Avilés sin coche propio es un ejercicio de paciencia y resistencia, un deporte extremo que no aparece en los manuales de entrenamiento, pero que se practica a diario. Los trenes son escasos, los horarios imposibles de encajar con cualquier jornada laboral medianamente normal, y los autobuses... los autobuses son otra historia: abarrotados, incómodos, lentos, un espectáculo de paciencia y resignación que se repite sin remedio día tras día. Y el resultado es claro: jóvenes atrapados, profesionales que ni se molestan en mirar ofertas, familias que desisten de mudarse y un municipio que se resigna a ser mero punto de tránsito, nunca destino.

Si miramos a otros lugares, la diferencia es dolorosa. En trayectos como Sevilla-Córdoba, Málaga-Granada, Santiago-Coruña o Bilbao-Vitoria, las distancias que aquí parecen imposibles se cubren en menos de dos horas, con frecuencia, comodidad y fiabilidad. Trayectos que aquí en Asturias serían un desafío logístico diario allí son rutina cotidiana. La movilidad no solo es transporte, es libertad, oportunidad y progreso.

Entonces, ¿por qué Langreo no puede aspirar a algo parecido? No hablamos de utopías ni de milagros, hablamos de sentido común. Un sistema de transporte integrado, con trenes, buses y horarios coordinados, podría transformar la vida de la comarca. Más transporte significa más trabajadores, más pequeños empresarios, más turistas, más vida. Y lo más importante: devolver a los langreanos la dignidad de poder desplazarse sin que cada viaje sea una odisea. Porque basta de repetir la letanía de que "en Langreo no hay gente"; demos las herramientas y la gente vendrá.

Pensemos en los tiempos de trayecto: ir de Ciaño a Avilés no debería requerir el mismo esfuerzo que escalar una montaña. No hace falta ser ingeniero de transportes; basta con voluntad, ambición y planificación. La política, al fin y al cabo, consiste en detectar necesidades, articularlas, convertirlas en demandas y ponerlas en marcha con todos los recursos técnicos e intelectuales necesarios. Lo demás es ruido, excusa y resignación histórica que pesa sobre generaciones enteras de langreanos.

Ahora imaginemos la escena: amanecer en Langreo, reunión en Gijón a primera hora, almorzar en Avilés, cenar en Oviedo y volver a casa sin que el tiempo, la distancia ni los retrasos dicten la rutina. Esto no es ciencia ficción ni un privilegio; es vivir en el siglo XXI, con movilidad y oportunidades de trabajo que cualquier sociedad avanzada daría por sentadas. Mientras Sevilla, Córdoba, Bilbao o Santiago avanzan con trayectos que aquí serían impensables, Langreo sigue atrapada, esperando que alguien, por fin, mueva lo que debería moverse desde hace décadas.

Más transporte también significa dinamismo económico. Familias jóvenes vendrían en busca de alquileres más asequibles, activando el mercado inmobiliario, llenando tiendas, bares y servicios. Jóvenes profesionales podrían residir en Langreo sin sacrificar oportunidades laborales; pequeños empresarios podrían mover productos y personas con eficiencia; el turismo local crecería, y la comarca recuperaría un pulso que parecía dormido para siempre. Una planificación adecuada, acompañada de inversión y coordinación, optimizaría horarios, introduciría innovación y reduciría retrasos crónicos que muchos ya hemos asumido como parte de la vida cotidiana.

Al final, todo se reduce a una pregunta elemental: si trayectos de 100 o 150 kilómetros se cubren en una hora y media o menos en otras partes de España, ¿por qué no aquí? El AVE llega rápido a todas partes... menos a Langreo. Y mientras tanto, quienes somos de aquí seguimos calculando horarios, retrasos y paciencia, esperando que alguien, por fin, decida volver a darle cuerda al reloj.

Europa no espera. Langreo tampoco debería.

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