El espejismo del turismo, pobreza vendida como éxito
Nos dicen que vivimos un tiempo de bonanza. Se presumen cifras récord de empleo y de turistas, como si eso bastara para medir el bienestar de un país. Pero tras esa propaganda se esconde una realidad incómoda: precariedad estructural, salarios de miseria y vidas hipotecadas al turismo.
El turismo masivo no es progreso. Es dependencia. Son empleos inestables, mal pagados, sostenidos en propinas. Jóvenes con estudios, condenados a ser camareros, limpiadoras o cajeras. Gente formada, reducida a trabajos de subsistencia, sin posibilidad de emancipación ni futuro.
Al mismo tiempo, el coste de la vida se dispara. Vivienda imposible, alquileres que expulsan a las familias de sus barrios, una cesta de la compra cada vez más cara. La sanidad colapsada con listas de espera delictivas. Pensiones en entredicho. Jóvenes atrapados en casa de sus padres. Mayores muriendo solos, en residencias caras e indignas.
¿Y el Gobierno? Presume. Maquilla cifras. Se cuelga medallas por crear empleo precario mientras se destruyen pilares que costaron generaciones: democracia sólida, igualdad ante la ley, separación de poderes, libertad real. Todo se pudre bajo un discurso vacío repetido por quienes ayer denunciaban la precariedad y hoy callan porque les renta más alinearse con el poder.
La incoherencia se extiende también a la política exterior: se condena a Israel por rescatar a sus ciudadanos secuestrados por terroristas, mientras aquí se exige al Estado que rescate a activistas que juegan a la épica desde la ociosidad, confiando en que otros paguen la factura. Eso no es valentía: es irresponsabilidad disfrazada de heroísmo.
Pero lo más grave es la renuncia a un proyecto de país. Sin industria, sin inversión real en investigación, desarrollo e innovación (I+D+I), sin sectores primarios que garanticen empleo y soberanía alimentaria, solo queda dependencia y empobrecimiento. Y todos los países que han fiado su economía al turismo han terminado igual: pobres y sin salida.
No hay bonanza donde trabajar no garantiza vivir. No hay progreso donde la vivienda es inalcanzable, la sanidad se desmorona y los derechos se pudren bajo propaganda.
El verdadero progreso no se mide en turistas ni en discursos huecos. Se mide en la capacidad de un país para dar a su gente trabajo digno, vivienda asequible, sanidad efectiva, pensiones seguras y un futuro posible. Eso hoy no existe. Y negarlo es vender humo.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

