La nada del todo
Cuando tenía 17 años empecé el último curso del (entonces denominado) Bachillerato. Lo cursaba en un Instituto de la ciudad; como mi prima Sofía, aunque ella asistía a un colegio privado. Le gustaba mucho la Filosofía y ese solía ser el motivo central de nuestros párrafos en las cartas que nos cruzábamos. Ella decía que era una ciencia capaz de "beber" de todas las demás, con tal de hacer avanzar una línea de pensamiento.
Adjunto la última carta que recibí de ella...
"Si el azar o la suerte -si es que existieran- te premiaran con un nacimiento en hogar adecuado, tu vida infantil será feliz. Descubrirás los colores, las cosas y los lugares que harán de cada día de tu existencia un estado de continua maravilla. Y con algunos años más, tu integración en la vida activa, las primeras obligaciones, los estudios y otras responsabilidades harán que disminuya aquel primer estado de encantamiento de tus años más tempranos.
Tiempo después, en el colegio o en el instituto, te sorprenderás por cosas nuevas que escuches en las clases de Filosofía. Cosas diferentes; pensamientos que te descubren fenómenos desconocidos. Y que están referidos al mundo de lo más pequeño.
Aquí ahora tenemos a Simone que es la nueva profesora. Es francesa, pero habla perfectamente el español. En el recreo, por el patio, se ha corrido el rumor de que tiene fama de ser una docente muy especial.
Entra en clase y saluda. Sin más preámbulos nos anima a todas a coger cada cual su potentísimo microscopio imaginario, que nos va a permitir adentrarnos en el universo de lo infinitamente minúsculo.
Y así nos hace irrumpir en el mundo molecular, ampliar nuestra imaginación para ver los átomos... y aún más allá, el universo subatómico de los protones, electrones...
«¿Sabéis qué hay en esos mundos, más allá de los límites de lo conocido?», la oímos preguntar con su voz agradable y segura de sí misma...
Todas nos quedamos calladas, sin respuesta: ha sido un cambio inesperado y demasiado repentino; este paso de los microscopios imaginarios con los que ensoñábamos lo invisible, a la realidad inquisitiva y cruda de la pregunta repentina de Simone.
«Vacío», vocaliza ella lentamente, al ver que no respondemos. Mientras nos recorre con su mirada atenta, explorando en nuestros rostros la posible presencia del brillo distintivo del talento.
Y continúa...
«En la distancia insignificante que es el grosor de un solo pelo de una persona caben más de medio millón de átomos. Y cada uno de ellos contiene únicamente el núcleo, que es aún cien mil veces más pequeño. Se suele decir que hay más átomos en un grano de arena que granos de arena en todas las playas de la tierra. Pero, en fin, supongo que nadie ha sido capaz de comprobarlo. El electrón (o electrones, según el tipo de átomo del que se trate), acompaña a ese núcleo y gira velozmente alrededor de él. El itinerario de su giro define, a efectos teóricos, el límite externo del átomo. Pero el electrón sólo es una carga eléctrica, por lo tanto sin masa, luego no ocupa espacio. Si hacemos excepción del pequeñísimo núcleo, los átomos están vacíos. Por extensión las moléculas también están vacías, al estar formadas por átomos.
Y lo mismo nuestras células, compuestas por moléculas.
Nosotros mismos, en tanto que agrupaciones de células, somos seres vivientes constituidos por vacío. Toda la materia, casi en su totalidad, está compuesta por vacío.
Podrá pareceros increíble -continuó- pero los primeros filósofos orientales de la época Védica, los Rishis, ya conocían eso... ¡¡Hace más de tres mil quinientos años!!
Como podéis ver, mucho antes de que nuestra física teórica moderna hiciera sus postulados.
En los niveles básicos de la realidad todos somos vacío; cada uno de nosotros un todo, formado por nada».
Luego, cuando salimos al patio todas las compañeras pensábamos lo mismo: ¡Qué clase más interesante!
Pero para nuestra desgracia, fue solo esa, la única clase que nos dio Simone.
Esa misma tarde fue despedida de forma inmotivada, tajante y abrupta.
Determinadas formas de pensamiento parece que no resultan compatibles con el ideal educativo del Colegio de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia".
(Y determinada correspondencia tampoco: no he recibido más cartas suyas).
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