La flotilla y el naufragio del "Méduse"
Medios afines a la izquierda de este país han intentado plasmar el final de la flotilla de mareas como si hubiera sido el naufragio de la célebre fragata francesa "Méduse" en 1816. Mandando al garete el rigor, la independencia e imparcialidad que se le supone al oficio periodístico, se han empeñado en transformar a unos urbanitas vestidos de marineros en héroes y figuras quijotescas que luchan a brazo partido contra los ogros judíos.
Por mucho que insistan, no se irá el tufo a circo, a postureo, a barco de Chanquete ochentero y a regata olímpica; no impedirá que la gente con criterio propio, que aún habrá en esta España de tantas grietas, se pregunte: ¿dónde diablos llevaban la ayuda para los sufrientes gazatíes (dado el calado de las embarcaciones)?, ¿por qué cruzaron todo el Mediterráneo dando rodeos, como el pobre Ulises, pudiendo llegar a su destino desde un puerto más cercano?, ¿iban todos fumados?, ¿qué pintaba allí Ada Colau?
Ahora, miles de personas están saliendo a la calle, anuncian aquellos medios, a protestar por el abrupto final de la aventura. Miles que yo no he visto manifestarse por la corrupción del Gobierno, por el deterioro de lo público y la rapacidad de lo privado, por la precariedad laboral, por los enfermos de ELA, por la pobreza infantil, por las víctimas del machismo, por la violencia rampante, por los hombres y mujeres del campo y los que no tienen donde caerse muertos. Que está muy bien quejarse con vehemencia de los desmanes y la crueldad del ejército israelí, pero hay que dejar las cosas de casa arregladas antes de ir a deshacer entuertos por el mundo.
Con unos manguerazos de agua y unos días en una celda a pan ácimo y hierbas amargas, los malvados judíos han finiquitado el asunto. Pienso que si los activistas hubieran estado en manos de Hamás, la cosa habría tomado un cariz diferente, tal vez más cercano a lo que realmente ocurrió con los náufragos del "Méduse".
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