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El verano del cautivo y de Antonio

8 de Octubre del 2025 - Marcelo Noboa Fiallo (GIJÓN)

El azar y/o la necesidad han vuelto a intervenir en este verano que, en gran parte de España, parecía interminable. En junio aparecía la inmensa obra de Antonio Muñoz Molina, "El verano de Cervantes" y en septiembre llegaba a las pantallas de cine la película de Alejandro Amenábar "El cautivo" (centrada en los cinco años que el autor del Quijote de la Mancha permaneció preso en Argel).

La película de Amenábar ha generado un intenso debate desde el primer día de su proyección (y todavía continúa). Debate que nada tiene que ver con los valores cinematográficos (interpretación, guion, montaje, escenografía...) Y, por encima de todo, por tratarse del más grande autor que España ha tenido, Miguel de Cervantes: literatura.

Es evidente que la ficción en el cine permite a sus directores ficcionar la vida y los personajes que considere oportunos. El riesgo lo asume quien dirige la película (para bien o para mal). En ningún caso voy a referirme al batallón de críticas provenientes de la "caspa" de este país que han encontrado el momento de apuntar contra Alejandro Amenábar por su condición homosexual. No merece la pena.

Tengo que reconocer que, al salir del cine, mi estado de ánimo permanecía plano (salí igual que entré). Los 134 minutos de metraje me resultaron excesivamente lentos, con baja intensidad emocional. En ningún momento llegué a emocionarme, como me ocurrió en "Tesis", "Los otros", "Mar adentro", "Ágora", "Mientras dure la guerra". Quizás el manejo ficcionado de la orientación sexual de Cervantes, convertida en clave de la película, le haya llevado a olvidar o tratar otros aspectos de la personalidad de Cervantes y, sobre todo: la literatura.

Literatura es todo lo que rebosa en la magna obra de Antonio Muñoz Molina, "El verano de Cervantes". En mi modesta opinión la mejor obra del autor. Solo él podía escribir un ensayo tan deslumbrante sobre la obra de quien le ha acompañado toda la vida y descubrirnos a los que hemos seguido menos al genial Cervantes. Pero si nos envuelve de manera deslumbrante para descubrirnos su influencia narrativa en Melville, Balzac, Joyce, Mark Twain, Thomas Mann, Marcel Proust, Michel de Montaigne... y el mismísimo Sigmund Freud, quien obsesionado por entender la literatura que alberga Don Quijote de la Mancha, decide aprender la lengua cervantina y leerlo en la lengua del autor.

De las 444 páginas del ensayo, Muñoz Molina, se ve "obligado" a introducir una sola página de "yacimientos espectrales de erudición psicoanalítica aplicados a Don Quijote durante las largas décadas en que estuvo de moda aplicar el psicoanálisis a la literatura". Uno de ellos, hace referencia a la profesora Rosa Rossi, para quien "la clave de la obra de Cervantes no es su criptojudaísmo, ni su recio patriotismo de la España imperial sino su homosexualidad encubierta". No hay ninguna otra referencia a lo largo del ensayo. Pero si se nota a lo largo de toda la página que las opiniones vertidas sobre la obra del genial escritor no tiene valor literario alguno.

El verano de la inmensa obra de Muñoz Molina no sólo es el verano de Cervantes/cautivo, sino también su verano porque nos descubre su infancia y adolescencia en tierras de su Úbeda natal y su manera de percibir y sentir el paisaje y el paisanaje, nada ajeno a como lo percibió quien se convertiría en su adicción. Porque tiene el valor de desnudarse ante sus lectores con sus adicciones literarias que son muchas, pero por encima de todas ellas está Cervantes. Lo que le ha llevado a señalar a Eva Cosculluela que la obra es "de una enorme sensibilidad, una prosa hermosísima y de una elegancia que solo está al alcance de los grandes narradores".

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