"Sine qua non"
Es la novela de Navarro Campoamor, vecino de Navia. Llama al lector a afrontar el drama de la existencia, el que corresponde a cada individuo asumir en cuanto hombre y, por consiguiente, en cuanto realidad inconclusa: "Estamos -escribe- por hacer". Mas, es el hecho que se puede optar por traicionarse, renunciando a ser lo que se debe ser. La guía de este proyecto, nos dice, es "la pureza y la perfección". Si paramos mientes en la propuesta, se comprobará que se trata del humus donde enraíza la existencia auténtica, aquella que va a la búsqueda de la plenitud ("perfección") que es dada alcanzar en esta vida, sin renunciar a la honestidad consigo mismo ("pureza") para afrontar el proyecto. Ambas disposiciones, nos dice, "hacen perder la paz". Efectivamente, es la tarea que no cesa, si se es honesto: darse tregua en la honestidad es traicionarse en el intento de ser señor del propio proyecto, es renunciar a ser "capitán de sí mismo"; y darse una tregua en la "perfección", darse tregua en el dramático quehacer es engañarse, es traicionarse.
El autor apela a la compasión: "perdónate -escribe- si caes". Así es: somos seres de este mundo: el mismo titán pagano hace pausas en el penoso arrastrar la roca a la colina, una roca que le ha sido impuesta por los otros; en cambio, en el cristianismo, el personaje por excelencia dramático fue Él, el que asumió el proyecto que el mismo eligió para sí, y no como el titán, quien, atado a la roca, cumple con una vida de servidumbre al dictado del imperativo llegado de una voluntad ajena. El autor habla del drama sin reservas, sin imposiciones; habla de la existencia anhelante de plenitud, la que enraíza en el alma de cada individuo, plenitud lograda sólo en la honestidad consigo ("pureza y perfección").
Apela también a la compasión consigo mismo, al "perdón"; porque se es humano y, a veces, demasiado humano "cuando no se es puro, cuando no se es perfecto". Mas, esta disposición del corazón para consigo es la gracia de la compasión y el perdón con los otros, éstos quienes nos "tienden la mano cuando flaqueamos" y "nos dan calor cuando temblamos", y sin los que sería imposible el proyecto de plenitud, al ser la pasta de la que estamos hechos, la de ser con los otros.
Habla el autor de la existencia inauténtica, la propia del titán que arrastra la roca impuesta por los otros, siendo por ello "esclavo de la sociedad". Es la opción del hedonismo sin fisura la cosmovisión del hombre débil, de quien ha renunciado a "a la responsabilidad" de ser el que se ha de ser. Es el hedonismo sin fisura la huida a un quimérico "edén" que lleva a "vivir un espejismo". Vivir, escribe el autor, es "un reto" que ha de llevarse a cabo "sin engaño".
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