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La gota viva en río de la vida

27 de Febrero del 2011 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

No puedo entrar en el sueño sin prólogo de lectura. Y no consigo, siempre hay excepción, llegar al final de la lectura que inicio. Es muy raro el libro que logra engancharme, y eso que suelo pasarme más de una hora, puede que dos, buscando en la biblioteca pública, pero nada, los que en principio podrían resultarme interesantes ya los he leído y los que no he leído es porque no me han parecido interesantes, De manera que acabo por coger uno cualquiera que preludie mi sueño, adivinando ya que no voy a ir mucho más allá de las primeras páginas.

Algo parecido me ocurre con el cine. Creo haber visto todas las películas para mí atractivas, de ahí que ya ni intente buscar alguna que me entretenga. A decir verdad casi nada me entretiene. Por eso, cuando cojo el mando del televisor, la mayoría de las veces, no paso de ver sino una sucesión de canales con intervalos de unos segundos. Ya lo he visto todo y lo que no he visto no tengo ningún interés en verlo, mas lo de siempre, la excepción que no puede faltar. Este día fue El club de los emperadores. Caigo en ella durante el zapping y ahí me quedo, con un: coño, ¿será posible que yo no haya visto esta película?

Pues no la había visto y me enganchó y me gustó. Le fui poniendo unos cuantos peros, no obstante, al final me dije: pues no llegó a entusiasmarme, pero me entretuvo y, en más de un momento, me hizo cabecear afirmativamente. A su conclusión comenzó mi elucubración.

El individuo es una gota de vida en un río de vida. Es determinada gota de agua de determinado río. Nace y comienza a discurrir, rápida, lenta, sinuosa, sin alterar su dirección, saltarina, mansa, espumosa, atomizada Puede moverse de mil maneras distintas, antes de morir, quizá al poco de nacer absorbida por un arenal en la orilla, quizá en el mar después de un largo recorrido, pero cualquiera que sea su recorrido y la duración y la longitud del mismo, nunca dejará de ser una gota específica, diferenciada, la gota de agua que es.

Las personas, para mí, no cambian. Cada cual será esencialmente el mismo de principio a fin. Puede ir ofreciendo diferentes caras según las circunstancias, mas en su esencia no habrá diferencia.

El muchacho de la película que le hace la contra al profesor es, entre otras cosas, un geta y un trafullero y, conforme a mi teoría, que parece coincidir con la del guionista de la película, eso es lo que será toda su vida, de ahí que veinticinco - ¿o quince? No me acuerdo, qué más da - años más tarde siga manifestándose como lo que es y el profesor no se priva de decírselo.

.- Todos, en algún momento, nos vemos obligados a mirarnos en el espejo y ver cómo somos en realidad. Cuando llegue ese día, Tú, tendrás que afrontar el hecho de haber vivido una vida sin virtud, sin principios. Te compadezco por ello.

A lo que él responde.

.- Qué quiere que le diga, señor, me importa una mierda. Sinceramente, ¿a quién de ahí afuera le importan una mierda sus principios y sus virtudes? Porque usted, por ejemplo, ¿qué ha conseguido en la vida? Yo vivo en el mundo real, el de la gente que sabe cómo conseguir lo que quiere, y si hay que mentir y engañar no importa. De modo que voy a salir ahí y voy a ganar esas elecciones, señor. Usted me verá por todas partes. Quizá luego me preocupe por contribuir en algo.

Y el hombre salio y demostró que había sabido elegir justo el camino que le iba a su condición: hizo pública su candidatura política.

Real como la vida misma.

También en la voz del profesor: El carácter de un hombre es su destino. La mayoría de nuestras vidas se podrían escribir mucho antes de que falleciéramos. Hay excepciones entre los grandes hombres de la historia, pero yo no soy uno de ellos.

Y yo no pienso añadir una palabra más.

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