Una destitución tan precipitada como injusta
No alcanzo a comprender la destitución de Paunovic. Me gustaría que el "sabio" que tomó esta decisión -porque alguien la habrá considerado sensata- explicara los verdaderos motivos. Salvo que existan causas ajenas al fútbol, cuesta entender un movimiento tan brusco en un proyecto que apenas comenzaba a consolidarse.
El Real Oviedo estaba formando un equipo nuevo, competitivo y con personalidad. Es verdad que los resultados no estaban siendo brillantes, pero tampoco desastrosos. Se veía un conjunto que jugaba con dignidad, que luchaba cada partido y que dejaba entrever una línea de trabajo seria y coherente. En un contexto tan exigente como el de Primera, eso no es poca cosa.
El fútbol moderno parece haber olvidado el valor de la paciencia. Se exigen resultados inmediatos, sin tener en cuenta que los proyectos sólidos necesitan tiempo, confianza y continuidad. Paunovic estaba sentando las bases de algo prometedor: un equipo con identidad, con estructura y con margen de mejora. Cortar ese proceso de forma abrupta es, como mínimo, arriesgado.
La destitución llega, además, en un momento en el que el grupo empezaba a mostrar signos de crecimiento. Cambiar el rumbo ahora puede desestabilizar al vestuario, romper dinámicas positivas y echar por tierra una planificación que parecía bien encaminada.
Ojalá el nuevo entrenador sepa mantener la esencia del trabajo anterior y no empiece desde cero. Pero la sensación es clara: el Oviedo se ha precipitado. Y, cuando las decisiones se toman con el corazón caliente, el tiempo suele pasar factura.
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