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El Imserso y la deuda pendiente

12 de Octubre del 2025 - José Viñas García (Oviedo)

Una reflexión sobre la falsa justicia social y la deuda moral con quienes levantaron el país:

hay programas que se presentan como conquistas sociales, pero en realidad funcionan como parches económicos. El Imserso es uno de ellos. Bajo la apariencia de una política de bienestar se esconde una verdad incómoda: se utiliza a los mayores para sostener sectores que el Estado no sabe mantener por sí mismo. No se trata de gratitud, sino de conveniencia.

El Imserso se vende como un reconocimiento al esfuerzo de toda una vida, pero es, sobre todo, una estrategia para mantener a flote la industria hotelera en temporada baja. Una operación de equilibrio económico que disfraza de justicia social lo que en el fondo es una ayuda encubierta al negocio privado. Lo más preocupante es que muchos lo aceptan como un gesto de generosidad, cuando en realidad es una muestra de desinterés. Un país que no sabe honrar a sus mayores prefiere distraerlos.

Los pensionistas no deben nada. Somos nosotros quienes les debemos todo. Fueron ellos quienes levantaron fábricas, barrios y carreteras; quienes trabajaron sin derechos, sin horarios, sin vacaciones; quienes creyeron que el sacrificio serviría para construir un país más justo. Levantaron una democracia que hoy parece diluirse entre la indiferencia, la comodidad y la desmemoria. Y lo hicieron con dignidad, con la convicción de que el esfuerzo tenía sentido.

Hoy, muchos de ellos sostienen con sus pensiones lo que el Estado y el mercado no garantizan: el techo, la comida, la educación y la estabilidad de los más jóvenes. Han convertido su jubilación en un último acto de servicio, en una forma silenciosa de sostener lo que otros han dejado caer. Y a cambio reciben desprecio, burocracia y olvido. Se cuida más a una mascota que a un abuelo. Esa es la radiografía exacta de nuestra decadencia moral.

El problema no es el Imserso. El problema es un país que solo recuerda a sus mayores cuando los necesita para apuntalar la economía o contener el desastre social. Un país que les ofrece viajes subvencionados cuando lo que merecen son derechos, atención y respeto.

Ellos no piden caridad ni ocio barato: piden dignidad. Y mientras sigamos confundiendo asistencia con justicia, seguiremos en deuda con la generación que lo dio todo -y que, aun así, continúa dando.

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