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El Nobel de la Paz pierde fuelle

13 de Octubre del 2025 - Juan Luís Vallina Ariznavarreta (Siero)

El ingeniero sueco Alfred Nobel dejó en su testamento la promoción de este premio cuyo propósito no fue otro que este se otorgase a personas que a lo largo de su vida hubieran hecho méritos defendiendo la Paz y la fraternidad entre las naciones.

La entrega de los mismos ha tenido su acierto en el análisis, de la misma forma que otros han quedado perfectamente cuestionados. Por citar algunos de estos casos meritorios, y a riesgo seguro de dejar muchos otros fuera de mención, se me ocurren:

Martín Luther King en 1964, activista por los derechos civiles. Un año antes protagonizó la marcha civil a Washington, donde pronuncio la famosa frase "Tengo un sueño".

Rigoberta Menchú en 1992, indígena guatemalteca defensora de los derechos humanos, particularmente los de los pueblos indígenas.

Nelson Mandela en 1993, líder del Congreso Nacional Africano, encarcelado 25 años por su lucha contra el Apartheid y primer presidente de raza negra de la República de Suráfrica.

Yasser Arafat en 1994, presidente del Comité Ejecutivo de la OLP, que consagró su vida a la creación de un Estado palestino y que recordamos como premio "Príncipe de Asturias" en ese mismo año 1994.

Por desgracia, la credibilidad en este premio quedó cuestionada desde hace años cuando ha alcanzado un cariz que nada tiene que ver con la declaración de principios de su promotor y sí bastante con intereses políticos que interpretan el mundo en términos de una posición radical entre el bien y el mal. El bien quedó reflejado en los casos expuestos y el mal lo interpretan:

Henry Kissinger en 1973, al que se le otorgó junto al vietnamita Le Duc Tho, quien honrosamente rechazó compartirlo con el representante del país que había invadido Vietnam.

Lech Walesa en 1983, dirigente sindicalista convertido en presidente en 1990 hasta 1995. Dejó el país en el penúltimo lugar entre los 30 países que por aquel entonces conformaban la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Durante su mandato privatizó la sanidad, la educación, las pensiones y las principales empresas del país.

Barack Obama en 2009. Cuando el Presidente Barack Obama asumió el poder en enero de ese mismo año, prometió poner fin a las guerras que heredó de su antecesor, George W. Bush. Al salir de la Casa Blanca, Obama alcanzó un triste hito que casi ha pasado desapercibido: sigue el combate en Afganistán, Irak y Siria. Durante el tiempo que estuvo en la Casa Blanca, trató de cumplir las promesas de acabar con la guerra que hizo como candidato, pero pasará a la historia como un presidente que ha mantenido al país en guerra más tiempo que Franklin D. Roosevelt, Lyndon B. Johnson, Richard M. Nixon o incluso que Abraham Lincoln. Al final de su mandato, tuvo el gesto de levantar el bloqueo a Cuba, pero ya era tarde, toda vez que el nuevo inquilino Joe Biden volvería a las restricciones que ahogan al pueblo cubano y que vulneran los principales derechos civiles y políticos entre los pueblos.

Por último, quiero referirme a la premiada en 2025, María Corina Machado. Esta señora no representa en absoluto los valores democráticos y, por ende, pacifistas, toda vez que ha estado involucrada en todas las tentativas golpistas ya desde el 2002, cuando se produjo el golpe de Estado contra el electo Hugo Chávez y se pretendió instalar a Pedro Carmona, expresidente de la patronal vinculado al sector más reaccionario del país. Apoyó la retención de 14 toneladas de oro venezolano almacenadas en los Bancos de Inglaterra, recursos con los que pagaron los honorarios de Juan Guaidó, nombrado presidente interino, del que no se sabía su utilidad más allá del enriquecimiento. Apoya el genocidio de Israel en Gaza y llegó a pedir la intervención del ejército estadounidense en su país.

Tal parece que este galardón no es para merecedores pacifistas con historial pasado -salvo honrosas excepciones ya mencionadas- sino más bien para influir en acontecimientos que algunos desearían.

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