El teatrillo
Les pido perdón de antemano si me creen malpensado por lo que voy a compartir con ustedes, pero dicen que sabe más el diablo por viejo que por sabio, y yo ya voy penando más canas que otra cosa.
Al lío: asisto estos días, estupefacto, al cruce de invectivas entre el Gobierno del Principado de Asturias y el titular del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, el señor Óscar Puente, a cuenta del peaje de la autopista del Huerna que une Asturias con la Meseta.
Todo surge a raíz de que la Comisión Europea declaró ilegal la prórroga del peaje del Huerna en julio de 2025, argumentando que la concesión de la extensión hasta 2050 fue irregular.
A partir de ahí, el Gobierno del Principado se envuelve en la bandera de "la asturianía total" y se une a la lucha por la eliminación del peaje, haciéndolo objetivo central de su gestión. Y es ahí donde comienza una sobreactuación en la que se enzarza en una batalla contra el ministro del ramo que, aunque pueda parecer descarnada, no es tal. En realidad, los púgiles no pegan, marcan la jugada, no se hacen daño.
Dado todo lo anterior, ¿en qué baso mi sospecha de que estamos ante un teatrillo?
Es de sobra conocida la situación terminal en la que se encuentra la legislatura que le dio la presidencia del Gobierno a Pedro Sánchez, hecha ya pedazos la exigua mayoría de polos opuestos que lo situó donde hoy se encuentra encastillado, incapaz de pasar ley alguna de calado por el Congreso; una legislatura que, por primera vez desde que se reinstauró el régimen democrático que hoy disfrutamos, discurre sin haber aprobado ningún presupuesto nacional. No es que no los saquen adelante, es que ni siquiera los presentan, como es su obligación constitucional. Si a eso unimos la catarata de corrupción que asedia al presidente y a su partido, no es de extrañar que alcaldes y presidentes socialistas de las pocas comunidades que aún dirigen prefieran distanciarse de esa ciénaga para contaminarse lo menos posible.
Y en esas están el Sr. Barbón y su partido en Asturias, que han encontrado lo que ellos creen una ventana de oportunidad para sacar rédito de esta situación.
Recordemos la historia de la prórroga de la concesión:
En el año 2000, el Gobierno de José María Aznar aprobó una extensión de la concesión hasta 2050 (es decir, 29 años más). Esta decisión no se limitó al Huerna, sino que afectó a varias autopistas de peaje deficitarias del norte de España (como la AP-68 o la AP-9), dentro de un paquete de medidas para asegurar su viabilidad financiera, motivada en que las autopistas del norte, con menos tráfico que las del litoral mediterráneo o Madrid, no generaban suficientes ingresos por peaje para cubrir costes e inversiones. La prórroga permitió a las concesionarias amortizar sus inversiones a más largo plazo sin que el Estado tuviera que rescatarlas con dinero público inmediato. Si el Estado hubiera querido suprimir o reducir los peajes antes del vencimiento original, habría tenido que indemnizar a las concesionarias por lucro cesante. La prórroga fue vista como un mecanismo legal más barato para mantener el servicio. A cambio de la extensión, Aucalsa se comprometió a realizar obras de mejora, entre ellas: ensanchamientos y refuerzo de firmes; mejoras de seguridad y mantenimiento de túneles; sistemas de control meteorológico (nieve, hielo).
El Gobierno central quería mantener la conexión segura y rápida entre Asturias y la Meseta sin asumir directamente el coste de una vía libre de peaje.
A su vez, los gobiernos autonómicos (especialmente, el asturiano) reclamaban continuidad en el mantenimiento de una infraestructura vital para su economía.
Todos ellos son, mal que nos pese, sobrados motivos para el mantenimiento de la situación actual. Pero, no nos dejemos liar, el problema real no son los peajes, el problema es el déficit de infraestructuras. El PSOE prepara carteles, llama a manifestarse por algo que saben perfectamente que no puede concederse, mientras callan vergonzosamente los agravios que sufre el Suroccidente, con una autovía de 71 km cuyas obras dieron comienzo en el año 1998, es decir, hace casi 30 años, y que, a día de hoy, ni siquiera tiene plazos para su culminación, y mucho menos para su prolongación hacia el Suroccidente, pendiente de vertebrar y abandonado por los sucesivos gobiernos socialistas.
Y si nos ponemos a analizar las infraestructuras ferroviarias, nos echamos las manos a la cabeza también, con una red de cercanías completamente desmantelada y una línea de alta velocidad que, como la autovía Oviedo-La Espina, acaba de manera abrupta en el final de nada, pues ni Pola de Lena es un final para la línea de alta velocidad, ni La Espina el final para una autopista.
Por lo tanto, menos teatrillo para mejorar expectativas electorales y más compromiso con la sangrante situación de nuestras infraestructuras de comunicación. Y, por favor, ahórrennos los pellizquitos de monja entre socialistas de aquí y de allá, carecen de credibilidad y solo indignan. Menos manipulación y más gestión. ¡Ya está bien!
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