Los huevos
El precio de los huevos se ha disparado, dicen, por una combinación de factores coyunturales y estructurales que van más allá de la mera inflación alimentaria. O sea, que no se sabe el motivo. Tanto como la masacre de los gazatíes o la guerra de Ucrania o las miserias de nuestros políticos, le preocupa a uno la subida de los huevos, porque, al igual que el pan, pertenecen a la España profunda y vienen a ser, como alguien dijo una vez, los cimientos del pueblo, la argamasa de lo cotidiano, el adobe de los muros de la patria mía.
A partir de ahora habrá menos sonrisas al freír, perderá fuelle la polémica de la tortilla con o sin cebolla, esta dejará de ser la estrella en el almuerzo del Consejo de Ministros, sustituida por la chistorra, y a la RAE no le quedará otro remedio que revisar la expresión "me importa un huevo".
Si están pensando en criar gallinas para el autoconsumo, les advierto que sale por un pico, nunca mejor dicho, gracias a los que se quedaron calvos ideando la ley de bienestar animal. Una buena solución es ir al campo a buscar saltamontes. Dicen que son ricos en proteínas y contienen todos los aminoácidos esenciales. El alimento perfecto para la España capitidisminuida.
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