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El poder de la espera

21 de Octubre del 2025 - Lucía Peláez González (Oviedo)

Hemos olvidado adónde pertenecemos. Queremos vivir a paso acelerado, pero la vida no consiste en eso... La vida pide que la vivamos lento, porque el tiempo pasa rápido y en esa ambigüedad está la clave.

En el momento en que nos encontramos, solemos pensar que la magia está en que las cosas sucedan ya, cuando las deseamos, cuando las necesitamos, cuando las pensamos... y no, la magia está en la espera, en la emoción de ver qué se necesita para que las cosas ocurran.

La Tierra, el lugar donde habitamos, no entiende de esa velocidad a golpe de clic, solo entiende del cuidado de las cosas, de que se den las circunstancias precisas y de que todo lleva su tiempo, un tiempo precioso durante el cual se produce el auténtico milagro.

Es maravilloso sentir la emoción de ver un nuevo atardecer, de ver nacer una flor de una semilla que germinó hace meses, de ver un nuevo brote en la rama de un árbol, de entender que todo tiene un porqué en la naturaleza, que nada ocurre al azar aunque parezca que todo es fruto del mismo.

Las cosas ocurren por un motivo, una semilla germina gracias a que se dan las condiciones perfectas de luz, de humedad, de temperatura, una tierra que nutre esa semilla y que la protege para que crezca después de un tiempo, el que precise para ofrecer ese maravilloso espectáculo que es el nacimiento de una nueva flor; flor que será alimento, que será refugio, que será arte...

La verdadera magia no está en lo que ocurre, que también, sino que está en los ojos que miran, que saben emocionarse y valorar lo que se esconde tras tan sutil espectáculo de la naturaleza.

Parece que... esto no tenga nada que ver con nosotros, ¿verdad? Las personas, cada día más alejadas de nuestro origen, desconectadas de la naturaleza y de nuestra propia especie para conectarnos cual recién nacido a su madre mediante un cordón umbilical con una pantalla que nos hace inertes a la vida, a la verdadera conexión entre las personas...

Y sí, aquí está la clave, nosotros también somos naturaleza y necesitamos la luz perfecta, esa que nos transmiten algunas personas cuando nos miran de verdad; la humedad que se esconde en nuestras lágrimas cuando de verdad sentimos; la temperatura que aporta la calidez de un abrazo largo y sincero, y esa tierra que nutre, esa que nos mantiene firmes y que hace que no olvidemos cuáles son nuestras raíces.

Por eso, nunca deberíamos olvidar que la verdadera magia está en el tiempo, el que dedicamos de verdad y sin prisas, de ahí el poder de la espera.

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