La abominable estrategia de la política canalla

Desde que Trump reapareció en la escena política el mundo entero navega sobre un mar tenebroso cuyo destino solo conoce él, aunque el rumbo adoptado parece conducirnos hacia posiciones absolutistas que creíamos desterradas del universo democrático. Sesudos economistas norteamericanos, premiados por la Academia Sueca, califican de "ataque sostenido a la democracia" cada una de las medidas lanzadas, a modo de dardos liberticidas, en la intención de ejercer el poder totalitario sin contrapoderes ni contestación social. Y parecen estar en lo cierto a juzgar por las decisiones más controvertidas y radicales de su iniciado segundo mandato: desafía el Estado de derecho y hace uso de la Guardia Nacional para destruir todo espacio de reivindicación de la libertad en territorios amparados por el poder administrativo de sus adversarios políticos, el Partido Demócrata. Entra en enfrentamiento directo contra el liberalismo académico sustentado en la teoría del antisemitismo consentido por la Universidad, especialmente el de Harvard, en un intento de asfixia económica retirándole los fondos estatales. Retira a EU del Acuerdo de París con el atraso que ello conlleva en la lucha contra el cambio climático. Da la batalla cultural allá donde su paranoia le hace ver alucinaciones psicóticas de carácter progresista contrarias a su ideal autoritario. Retira a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud con la crueldad que ello representa para la precaria salud de la infancia en el Tercer Mundo, también para la calidad de vida de sus propios conciudadanos y resto del planeta Tierra. ¿Qué sucedería en esta aldea global si otra pandemia como la del covid no contara con la experiencia y recursos de la OMS para acelerar los procesos de contención del virus? Nadie se libra de su intempestivo carácter, solo Israel parece mantener sintonía filial con el neoyorquino del condado de Queens.

Y mientras esto sucede en los Estados Unidos de América, aquí, en España, el Gobierno de Sánchez es acusado de llevarnos o conducirnos hacia una deriva totalitaria de carácter bolivariano, sustentada en el falso argumentario de la procedencia terrorista y golpista de alguno de sus inestables apoyos parlamentarios. Pero aquellos que mantienen tal discurso desde la Comunidad de Madrid, en el abyecto y peligroso intento de crispar la convivencia social, son ellos y ellas, sobre todo Ayuso, su Gobierno y los camaradas de Vox, quienes maltratan la Universidad, la enseñanza obligatoria y la sanidad pública, en un intento de privatizar estos servicios esenciales para la ciudadanía, el desarrollo de las personas y los principios de inclusión social e igualdad de oportunidades. La última ocurrencia de Ayuso, en materia educativa, aboga por incorporar a la docencia, jubilados y universitarios de tercer año del grado de Exactas y carreras vinculadas a las ingenierías, en la etapa obligatoria. El objetivo es aumentar la habilidad en la comprensión matemática del alumnado madrileño con el menor esfuerzo económico posible mientras se alaba la bondad en la reducción de impuestos a las rentas más altas de la Comunidad. Para llorar.

En un país, pongamos que hablo de España, donde el dictador presume de dejar atados y bien atados los principios de sucesión y continuidad del sistema totalitario; donde el principal partido de la oposición tiene esa procedencia totalitaria; donde su primer presidente democrático, capaz de romper en las urnas la barrera del miedo social para alcanzar la Jefatura del Gobierno, pide a todas las instituciones del Estado que "quien pueda hacer que haga" -y bien que se nota ese "hacer" en los poderes judicial y mediático-; donde el Poder Judicial milita ideológicamente, de forma mayoritaria, en la derecha y extrema derecha; donde los poderes financiero y empresarial se alinean a cara descubierta con la derecha y extrema derecha política; donde las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se sitúan mayoritariamente en el espectro ideológico de la derecha y extrema derecha; donde la Iglesia católica se expresa en términos radicalmente conservadores; donde el duopolio de la comunicación, además de acaparar el 87% de los ingresos por publicidad, acaparan la mayoría de medios que militan en la derecha ideológica; donde la Cámara Alta, el Senado, está en manos de la ideología conservadora y ultraconservadora y la Cámara de Diputados es mayoritariamente de ideología conservadora y de extrema derecha, ¿cómo es posible que España, bajo un Gobierno progresista, corra peligro de convertirse en una dictadura comunista bolivariana? ¿Acaso cree la derecha política que la izquierda social no está dotada de principios democráticos? ¿O quizá trata de menospreciar la capacidad intelectual y reflexiva del pueblo español? La estrategia no es otra que el uso de la falacia para dibujar el mundo que le conviene a la política canalla.