El filósofo y los monos con fusiles
En estos días y por estos pagos en que, si a uno se le ocurre mostrar un asomo de pensamiento propio, corre el riesgo de que le envíen al lazareto de los cuñados, resulta gratificante la reivindicación de una figura como Ortega y Gasset, zurcidor de la conciencia española del siglo XX, ensayista, prosista, metafórico, sabio en todo e ironista de esa sabiduría, tan adelantado a su tiempo que aún estamos siguiendo sus huellas en el camino.
No hubo noticia de los fastos que tendrían que haber rendido tributo al filósofo en el septuagésimo aniversario de su muerte, el enésimo de su olvido, porque ya casi nadie se acuerda de él en el mundo de la cultura ni en los otros mundos, que no hay cosa que nos atraiga más a los españoles que asenderear al que destaca y borrar de la memoria el legado de las mentes brillantes que pueda dejar nuestras vergüenzas al aire.
Deberíamos reflexionar seriamente sobre este aniversario desangelado y darnos cuenta de que se empieza ignorando a Ortega y se acaba armando a los monos con fusiles cargados de intransigencia, cerrazón y odio, que disparan contra quien pinte sin andarse con remilgos. Contra los jueces, los autónomos, los que quieren hablar con propiedad y a los que la propiedad les importa un tanto, los cristianos, los judíos, los descreídos, la libertad de prensa, que sigue sangrando por la herida de algún corresponsal, y hasta los ciudadanos de a pie y su misma circunstancia.
José Juan González García
Oviedo
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