Esclavos de nuestra propia libertad
Creemos que somos libres. No lo somos.
Vivimos atrapados en la ilusión de elección que nos vende el neoliberalismo: rendir, producir, mejorar... sin descanso. Nos autoexigimos creyendo que es nuestra decisión. Somos esclavos que hemos tomado el látigo de nuestro amo.
La tecnología debería servirnos. No es así. Nos usan los smartphones, nos manipula la inteligencia artificial. Estamos hiperconectados, pero desconectados de lo que importa: pensar, escuchar, relacionarnos. Lo esencial se pierde mientras nos ocupamos de lo urgente y lo superficial.
La política es un teatro. Parlamentos vacíos, discursos repetidos, la brecha entre ricos y pobres que no deja de crecer. Muchos buscan refugio en populismos o autócratas. Y mientras, la democracia se vacía de contenido.
Es hora de cambiar el modelo. El ser humano debe ser el nuevo filósofo, debe ser el buen político: aquel que piensa antes de actuar, que cuestiona antes de prometer, que gobierna con ética y conciencia. Solo así podremos recuperar una sociedad donde la libertad deje de ser un espejismo y donde gobernar signifique enseñar a pensar.
Porque no basta con tener poder: hace falta inteligencia, humanidad y reflexión.
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